La correspondencia entre estos dos grandes pensadores
contemporáneos consta de dos cartas. La primera, enviada por Karl Marx desde
Alemania donde le solicita a Proudhon su unión a la red de corresponsales socialistas
que incluiría a los países de Alemania, Inglaterra y Francia, con el fin de que
éste periódicamente dé a conocer la situación de los conflictos en lucha en territorio francés.
La segunda trata de la respuesta de Proudhon, donde el anarquista francés hizo hincapié en las diferencias ideológicas y personales que separaban a ambos pensadores, motivos suficientes para luego rechazar la propuesta de Marx.
Karl Marx no contestó a la respuesta de Proudhon y, desde entonces, se encargó de percibirlo como un enemigo ideológico.
La segunda trata de la respuesta de Proudhon, donde el anarquista francés hizo hincapié en las diferencias ideológicas y personales que separaban a ambos pensadores, motivos suficientes para luego rechazar la propuesta de Marx.
Karl Marx no contestó a la respuesta de Proudhon y, desde entonces, se encargó de percibirlo como un enemigo ideológico.
Carta de Karl Marx a Pierre Joseph Proudhon, fechada el 5 de
mayo de 1846.
"Me había hecho el
propósito muchas veces desde que salí de París de escribirle; hasta hoy me lo
han impedido circunstancias independientes de mi voluntad. Le ruego crea usted
que los únicos motivos de mi silencio son un aumento de trabajo, las molestias de
un cambio de domicilio, etcétera.
Y ahora, sobre todo, saltemos “in media res”. Conjuntamente con dos de mis amigos, Federico Engels y Felipe Gigot (los dos en Bruselas), he organizado con los comunistas y socialistas alemanes una correspondencia regular, que deberá ocuparse de la discusión de cuestiones científicas, de la vigilancia de los escritos populares y de la propaganda socialista que se puede hacer en Alemania por ese medio. El propósito principal de nuestra correspondencia será, sin embargo, el de poner a los socialistas alemanes en relación con los socialistas franceses e ingleses, de informar a los extranjeros sobre los movimientos socialistas en Alemania y de informar a los alemanes en Alemania sobre los progresos del socialismo en Francia y en Inglaterra. De esta manera, las diferencias de opinión se podrán manifestar; se llegará a un cambio de ideas y a una crítica imparcial. He ahí un paso que había dado el movimiento social en su expresión “literaria”, a fin de liberarse de los límites de la «nacionalidad». Y, en el momento de la acción, es ciertamente de un gran interés para cada uno estar informado del estado de cosas en el extranjero como en su casa.
Y ahora, sobre todo, saltemos “in media res”. Conjuntamente con dos de mis amigos, Federico Engels y Felipe Gigot (los dos en Bruselas), he organizado con los comunistas y socialistas alemanes una correspondencia regular, que deberá ocuparse de la discusión de cuestiones científicas, de la vigilancia de los escritos populares y de la propaganda socialista que se puede hacer en Alemania por ese medio. El propósito principal de nuestra correspondencia será, sin embargo, el de poner a los socialistas alemanes en relación con los socialistas franceses e ingleses, de informar a los extranjeros sobre los movimientos socialistas en Alemania y de informar a los alemanes en Alemania sobre los progresos del socialismo en Francia y en Inglaterra. De esta manera, las diferencias de opinión se podrán manifestar; se llegará a un cambio de ideas y a una crítica imparcial. He ahí un paso que había dado el movimiento social en su expresión “literaria”, a fin de liberarse de los límites de la «nacionalidad». Y, en el momento de la acción, es ciertamente de un gran interés para cada uno estar informado del estado de cosas en el extranjero como en su casa.
Además de los
comunistas en Alemania, nuestra correspondencia comprenderá también a los socialistas
alemanes en París v Londres. Están ya establecidas nuestras relaciones con
Inglaterra; en lo que se refiere a Francia, todos pensamos que no podemos
encontrar mejor corresponsal que usted; usted sabe que los ingleses y los
alemanes hasta hoy le han apreciado mejor que sus propios compatriotas.
Pero ya ve usted que
se trata únicamente de crear una correspondencia regular y de asegurarle los
medios de .proseguir el movimiento social en los diferentes países: de llegar a
un interés rico y variado como nunca podría realizarlo el trabajo de uno solo.
.
Si quiere aceptar
nuestra propuesta, los gastos de importe de las cartas que le serán enviadas,
así como de las que nos mandará, serán sufragados aquí; las colectas que se
hacen en Alemania serán destinadas a cubrir los gastos de correspondencia.
La dirección a la cual
escribirá aquí es la del señor Felipe Gigot, 8 calle Bodenbrock. Es él quien
tendrá también la firma de las cartas de Bruselas. .
No tengo necesidad de
añadir que toda esa correspondencia exige por su parte el secreto más absoluto;
en Alemania nuestros amigos deben trabajar con la mayor circunspección para no
comprometerse. . Conteste muy pronto y crea en la amistad bien sincera de su
adicto."
Karl Marx
P.D.: "Le denuncio al
señor Grün, en París. Este hombre es un petardista literario, una especie de
charlatán que quisiera hacer el comercio de ideas modernas. Trata de encubrir
su ignorancia con frases pomposas y arrogantes, pero se ha hecho ridículo con
su galimatías. Además, este hombre es peligroso. Abusa de las relaciones que ha
establecido con autores conocidos, gracias a su impertinencia, para hacerse con
ellos un pedestal y comprometerlos ante el público alemán.
En su libro sobre los
socialistas franceses tiene la audacia de llamarse el profesor de Proudhon,
pretende haberle revelado los axiomas importantes de la ciencia alemana y se
burla de sus escritos. Quizá le hablaré más tarde de este individuo. Aprovecho
con placer la ocasión que tengo con esta carta para decirle cuánto me es agradable
entrar en relación con un hombre tan distinguido como usted. Entre tanto
permítame decirme su adicto."
Felipe Gigot
"En cuanto a mí, sólo
puedo asegurarle que usted, señor Proudhon, aprobará el proyecto que acabamos
de presentarle y que tendrá la complacencia de no negarnos su colaboración.
Le expreso el profundo
respeto que sus escritos me han inspirado por usted, y soy su bien adicto",
Federico Engels
Respuesta de Pierre Joseph Proudhon a Karl Marx, con fecha del
17 de mayo de 1846 en Lyon, Francia.
"Acepto de buen grado
hacerme uno de los colaboradores de su correspondencia, cuyo propósito y
organización me parecen ser muy útiles. No le prometo, sin embargo, escribirle
mucho o con frecuencia; mis ocupaciones de toda naturaleza, junto a mi pereza
natural, no me permiten estos esfuerzos epistolares. Tomaré también la libertad
de hacer algunas reservas, que me son inspiradas por algunos trozos de su
carta.
Ante todo, a pesar de
que mis ideas sobre organización y realización estén en este momento
completamente precisadas, por lo menos en lo que concierne a los principios,
pienso que es mi deber, que es el deber de todo socialista, conservar aún por
algún tiempo la forma antigua o dubitativa en una palabra, profeso con el
público un antidogmatismo económico casi absoluto.
Busquemos juntos, si
usted quiere, las leyes de la sociedad; las formas en que esas leyes se
realizan; el proceso según el cual llegamos a descubrirlas; pero, ¡por Dios!,
después de haber derribado todos los dogmatismos “a priori” no pensemos en doctrinar
al pueblo a nuestro modo; no caigamos en la contradicción de su compatriota
Martín Lutero, quien después de haber derribado la teología católica, se
consagró enseguida, con la ayuda de excomuniones y anatemas, a fundar una
teología protestante.
Desde hace tres
siglos, Alemania no está ocupada más que en destruir la “revocadura” o
renovación del señor Lutero; no preparemos para el género humano una nueva
tarea con nuevos atolladeros. Aplaudo con todo mi corazón su idea de publicar
un día todas las opiniones; hagamos una buena y leal polémica; demos al mundo
el ejemplo de una tolerancia sabia y previsora; pero, por estar a la cabeza del
movimiento, no nos hagamos los jefes de una nueva religión,' aunque fuera esa
religión la religión de la lógica, la religión de la razón. Recibamos, animemos
todas las protestas, condenemos todas las exclusiones, todos los misticismos;
no consideremos jamás una cuestión agotada y cuando hayamos utilizado hasta
nuestro último argumento, empecemos de nuevo, si es necesario, con elocuencia e
ironía. Con esta condición entraré con placer en su asociación; si no, no.
Tengo también que
hacerle algunas observaciones sobre estas palabras de su carta: “En el momento
de la acción”. Quizás conserve usted aún la opinión de que ninguna reforma es
posible actualmente sin un golpe de fuerza; sin lo que se llamaba antaño una
revolución y que no es más que un bamboleo. Esa opinión que concibo, que
excuso, que discutiría de buena gana por haberla tenido mucho tiempo yo mismo,
le confieso que mis últimos estudios me han hecho rectificar completamente.
Creo que no
necesitamos de ello para triunfar y que, por consiguiente, no debemos fijar la
acción revolucionaria como medio de reforma social, porque ese pretendido medio
sería simplemente una llamada a la fuerza, a lo arbitrario, concretamente una
contradicción. Para mí el problema es así: hacer entrar en la sociedad, por una
combinación económica, las riquezas que han salido por otra combinación
económica. En otros términos, transformar en Economía política la teoría de la
propiedad contra la propiedad, con el fin de engendrar 10 que vosotros,
socialistas alemanes, llamáis comunidad y que me limitaré por el momento a
llamar libertad, igualdad. Pienso conocer el medio de resolver, en breve plazo,
ese problema; prefiero, pues, hacer arder la propiedad a fuego lento, más bien
que darle una nueva fuerza al hacer un San Bartalomé de los propietarios.
Mi próxima obra, que
en este momento está a la mitad de su impresión, le dirá más sobre ello.
He aquí, mi querido
filósofo, donde estoy por el momento. Salvo que me engañe y, si es necesario,
reciba la férula de su mano, a que me someto de buen grado, esperando mi
desquite. Tengo que decirle de paso que tales me parecen ser también las
disposiciones de la clase obrera de Francia. Nuestros proletarios tienen una
sed tan grande de ciencia, que recibirían muy mal a quien le presentara nada
más que sangre para beber. En resumen, sería, a mi parecer, una mala política
para nosotros hablar como exterminadores; los medios de rigor estarían prestos;
el pueblo no necesita para ello ninguna exhortación.
Deploro sinceramente
las pequeñas divisiones que, según parece, existen ya en el socialismo alemán y
de las cuales sus quejas contra el señor G..., me ofrecen la prueba. Temo que
tenga de este escritor una idea falsa. Invoco, mi querido señor Marx, su
sentido razonable. G... se encuentra exiliado, sin fortuna, con una mujer y dos
niños, teniendo para vivir nada más que su pluma. ¿Qué quiere que explote para
vivir sino las ideas modernas? Comprendo su ira filosófica y reconozco que la
santa palabra de la Humanidad nunca debiera ser materia para un tráfico; pero
no quiero ver aquí más que la desgracia, la gran necesidad, y disculpo al hombre.
iAh!, si todos fuéramos millonarios, las cosas andarían mejor; seríamos santos
y ángeles. Pero hay que vivir y usted sabe que esa palabra no expresa aún, ni
mucho menos, la idea que da la teoría pura de la asociación. Hay que vivir, es
decir, comprar pan, leña, carne, pagar a un dueño de casa; v. a fe mía, el que
vende ideas sociales no es más indigno que el que vende sermones. Ignoro
completamente si G... se ha dado él mismo como mi preceptor. ¿Preceptor de qué?
Sólo me ocupo de Economía política, cosa sobre la que él no conoce casi nada;
considero la literatura como un juego de niños y en 10 que se refiere a la
filosofía, sé bastante para tener el derecho de burlarme de ella cuando llega
el caso. G... no me ha revelado nada; si lo ha dicho, ha dicho una
impertinencia de la cual estoy seguro que se arrepiente.
Lo que sí sé, y que
estimo más que condeno -un pequeño acceso de vanidad-, es que debo al señor
G..., así como a su amigo Ewerbeck, el conocer las obras de usted, mi querido
señor Marx, y las del señor Engels, y del libro tan importante de Feuerbach.
Estos señores, a ruego mío, han hecho algunos análisis para mí en francés (ya
que tengo la desgracia de no leer alemán) de las publicaciones sociales más
importantes. Y es por solicitud suya por 10 que debo insertar (10 que hubiese
hecho por sí mismo, además) en mi próxima obra una mención de las obras de los
Señores Marx, Engels, Feuerbach, etc. En fin, G... y Ewerbeck trabajan en
conservar el fuego sagrado en los alemanes residentes en París, y el respeto
que tienen para estos señores los obreros que los consultan me parece una
garantía segura de la rectitud de sus intenciones.
Tendría placer, mi
querido Marx, en verle rectificar una opinión provocada por un momento de
irritación, porque estaba enfadado al escribirme. G... me ha manifestado el
deseo de traducir mi obra actual; he comprendido que esa traducción, pasando
antes de otras, le procuraría algún socorro; pues le estaría muy agradecido a
usted como a sus amigos, no por mí, sino por él, que le prestara su apoyo en
esta ocasión, contribuyendo a la venta de un escrito que podría, sin duda, con
la ayuda de usted, procurarle más provecho que a mí.
Si me quisiera dar la
promesa de su colaboración, mi querido señor Marx, yo mandaría inmediatamente
mis pruebas al señor G... y pienso, no obstante sus agravios personales, de los
cuales no quiero ser juez, que esa conducta nos honraría a todos."
Mil amistades a sus
amigos, señores Engels y Gigot.
Su bien adicto,