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jueves, 27 de agosto de 2015

Agrotóxicos: Historia del glifosato





   El cinismo, la ceguera y la avaricia de las empresas multinacionales por aumentar permanentemente sus ganancias las dirige hacia una anulación de todo tipo de planteo ético, producción sustentable o respeto hacia la naturaleza. La destrucción de la tierra, bosques y vida humana siempre han sido percibidas como inevitables efectos colaterales del desarrollo industrial, “necesario” para el progreso.
 

   Con pretexto de “alimentar a miles de millones”, las empresas de los agrotóxicos emplearon, emplean y tienen la intención de seguir empleando en sus productos, químicos nocivos para las poblaciones en pie y que comprometen seriamente la vida de las próximas generaciones. Pero para que hoy estos herbicidas se comercialicen con total negligencia, fueron necesarios los fraudes científicos, la inversión en investigación química, la complicidad de muchos científicos que contribuyeron al enriquecimiento de estas empresas y al perjuicio de millones de personas, y las experimentaciones con animales, destinados a sufrir dolor, mutaciones y muerte prematura.



Origen: El "agente naranja" como antecedente del glifosato


   A principios de la década de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, la irrupción del ejército norteamericano se dio tras el bombardeo de Pearl Harbour. Como primer método para vencer al ejército japonés, el Ministerio de Defensa propuso la destrucción de las cosechas de arroz del territorio nipón utilizando un potente herbicida, que aún no existía. A causa de ello, la ciencia estadounidense realizó intensas investigaciones que dieron como resultado el desarrollo de dos herbicidas combinados entre sí: el 2,4D y el 2,4,5-T.
Aviones estadounidense rociando "agente naranja" sobre bosques de Vietnam.
   Durante la guerra de Vietnam, la “operación Ranch Hand” fue una estrategia militar pensada por el ejército estadounidense para diezmar a los guerrilleros Vietcong, que consistía en la destrucción masiva de la vegetación de la jungla (evitando así que los guerrilleros pudieran camuflarse) y de los cultivos para debilitar a la población rural (que finalmente emigró a las ciudades de Vietnam del Sur), mediante el vierte de algún herbicida potente con tal capacidad arrasadora. Para desarrollarlo, el gobierno de Estados Unidos acudió a la prestación de servicios de siete empresas que manejaban agrotóxicos entonces; Monsanto y Dow Chemical Company fueron las principales, pero también se incluyó en el plan de fabricación a Diamond Shamrock Corporation, Hercules, Inc., TH Agricultural & Nutrition Company, Thompson Chemicals Corporation y a Uniroyal Inc. En conjunto realizaron investigaciones y probaron combinaciones con los herbicidas más nocivos que estaban a su alcance. Luego de intensas pruebas se le presentó al Departamento de Defensa de los Estados Unidos una combinación entre dos herbicidas hormonales 2,4-D (ácido 2,4-diclorofenoxiacético) y 2,4, 5-T (ácido 2,4-diclorofenoxiacético), que popularmente fue conocido como “agente naranja” por el color de su botella contenedora.

   Entre 1962 y 1971, los aviones de guerra de Estados Unidos y aliados llegaron a dispersar 75.000.000 de litros de herbicida, compuesto principalmente por “agente naranja”, ocasionando la destrucción de más de 10.000.000 de hectáreas productivas, la muerte de aproximadamente medio millón de vietnamitas y secuelas como defectos de nacimiento que perduran hasta el día de hoy.


El Departamento de Defensa de los Estados Unidos apeló al uso de potentes pesticidas sin pensar en el riesgo de la población.


   Este herbicida combinado “agente naranja” se compone de dos defoliantes. El segundo, el 2,4-D poseía en su composición a una dioxina (un subproducto no deseado que se produjo en el proceso de fabricación del herbicida), la TCDD (2,3,7,8-tetraclorodibenzo-p-dioxina), contaminante y muy tóxica. La Organización Mundial de la Salud a través de su Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIIC) recién en el año 1997, y tras evaluaciones, clasificó a la TCDD como un “carcinógeno humano”. Es importante aclarar que la exposición en un período breve de tiempo a altas concentraciones de dioxinas puede causar lesiones cutáneas como acné, alteraciones de las funciones hepáticas; mientras que si el tiempo de exposición se prolonga las alteraciones pueden ser inmunitarias, de tipo nerviosas, afectar al sistema reproductor, ocasionar accidentes genéticos y provocar malformaciones congénitas en el feto.
 
   En la década de 1960, mientras Estados Unidos comenzaba a bombardear Vietnam, empresas como Monsanto o Dow Chemical Company comenzaban a producir pesticidas que contenían importantes  niveles de TCDD (entre ellos el glifosato), a pesar de las investigaciones y recomendaciones de no uso por posible toxicidad cancerígena que manifestaban científicos independientes y organismos como la OMS (Organización Mundial de la Salud) y la EPA (Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos).
 

   En 1974 tras una gran campaña publicitaria, Monsanto presenta un producto que vendría a “acabar con el hambre en el mundo” por su asombrosa capacidad para eliminar todo tipo de malezas que perjudicaba el crecimiento de los cultivos: El herbicida Roundup® 12, que contenía al ingrediente activo glifosato, un derivado de la glicina y descubierto a finales de la década de 1960 por químicos de Saint Louis. La existencia de un destructor serial de plantas ameritaba la creación de semillas transgénicas que resistieran su efecto, por eso es que en 1983 crece la primera planta transgénica. Tres años más tarde, Monsanto produce la primera planta genéticamente modificada, que trató de una planta de tabaco a la que se añadió a su genoma un gen de resistencia para el antibiótico Kanamicina. Sin embargo, la comercialización de un alimento modificado genéticamente no ocurrió hasta 1994, en cuya ocasión fueron los famosos tomates “Fav Savr” resistentes al glifosato, producidos por la empresa Calgene. El cultivo transgénico se argumentaba por medio de un hipotética reducción en el uso de herbicidas, incremento de la producción agrícola y consecuente solución del hambre en el mundo.
 
 
 

Fraude científico

 


   Los estudios toxicológicos sobre el glifosato que fueron requeridos oficialmente para su registro y sucesiva aprobación habían sido asociados con prácticas fraudulentas. En el año 1976, una auditoría llevada a cabo por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) descubrió graves errores y deficiencias en investigaciones realizadas por uno de los laboratorios más importantes de Estados Unidos, que se encontraba involucrado en la determinación toxicológica de pesticidas previa a su oficialización. A raíz de esto la EPA acusó públicamente a Industrial Biotest Laboratories (IBT), quien fuera el laboratorio que dirigió 30 estudios sobre el glifosato y fórmulas comerciales en base a este herbicida (de los 19 estudios realizados en total, 11 fueron con respecto a su toxicidad crónica), de falsificación rutinaria de datos y resultados, e intencional omisión de informes sobre frecuentes defunciones de ratas y cobayos durante las experimentaciones. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) hizo efectiva la denuncia recién en 1983, siete años más tarde, por lo que el caso contó con ínfima repercusión mediática. Pese a ello, informes del Comité de Operaciones Gubernamentales del Congreso norteamericano y sumarios de la Oficina de Pesticidas y Sustancias Tóxicas de la EPA llegaron a determinar, con detalles, la fraudulencia y escasa calidad científica de los estudios presentados por el Industrial Biotest Laboratories .

 
   En 1991 la EPA vuelve a denunciar, en esta ocasión a Craven Laboratories (una empresa responsable de confirmaciones para 262 compañías fabricantes de agrotóxicos) sobre falsificación de estudios, anotaciones inconcebibles de registros de laboratorio y manipulación manual del equipamiento científico para que éste condujera a resultados falsos. Varios estudios sobre residuos de Roundup en papas, uvas y remolachas permitieron cuestionar las pruebas. Como resultado del juicio en 1992, el dueño de Craven Laboratories y tres de sus empleados fueron declarados culpables de 20 causas penales distintas, de las que se destacan la sentencia al dueño por cinco años de prisión y una multa de 50.000 dólares. Para Craven Laboratories la multa ascendió a 15.500.000 de dólares.
   No obstante, los estudios toxicológicos del glifosato que se juzgaron como fraudulentos no provocaron la prohibición del uso de este herbicida gracias al accionar de las organizaciones involucradas en los agronegocios que efectuaron un reemplazo de información, sobornaron jueces y manipularon organismos de control. En 1993 la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) y la Organización Mundial de la Salud clasificaron a los herbicidas que contenían glifosato como de baja toxicidad, incluyéndolos en la categoría 3 para exposición oral e inhalación, en una escala que va del 1 (más tóxico) a 4 (menos tóxico). Sospechosamente, en septiembre del mismo año, el glifosato fue ‘re-registrado’ en Estados Unidos, luego de que la EPA (la mismísima organización que había denunciado estudios fraudulentos en relación al glifosato) revisara nuevos estudios y concluyera que el uso de glifosato, de acuerdo a las indicaciones de los rótulos, “no implica riesgos más allá de lo razonable, ni efectos adversos para la salud humana o el ambiente”.
 
 

Multas y premios

 
   En las primeras décadas de existencia, los productos a base de glifosato contemplaron éxitos rotundos para los agronegocios, y se llegó a ubicar a este herbicida en una posición privilegiada por haber recibido reconocimientos. John E. Franz, el científico de Monsanto que percibió por primera vez la actividad herbicida del glifosato, obtuvo en 1987 la Medalla Nacional de Tecnología, que representa la máxima distinción para los progresos en materia de tecnología de todo el territorio estadounidense. Esto fue posible producto del reconocimiento que recibió el Roundup® por su impacto positivo “sobre la producción agrícola de alimentos y fibras así como sobre las prácticas agrícolas a nivel mundial”. Por su parte, la revista Farm Chemicals incluyó al herbicida Roundup® entre ‘los 10 mejores productos que cambiaron la cara de la agricultura’, lista que figuró en la edición de su centenario en septiembre de 1994. Según los editores de la revista, el Roundup se ganó ese lugar de privilegio por “permitir y estimular la práctica de la siembra conservacionista”.
   Un año después, en 1995, el Ministerio de Justicia condenó al grupo de Saint Louis a pagar 75.000 dólares porque sugirió en una nueva publicidad que el “Roundup se podía utilizar cerca de fuentes hídricas" por no constituir ningún tipo de peligro o perjuicio. Este acontecimiento sucedió tiempo después de que la EPA haya procedido a denunciar a laboratorios por manipulación de los resultados experimentales. Pero la realidad para Monsanto cambió en apenas meses, ya que en 1996 recibió el Premio para el Desarrollo Sustentable por parte del gobierno de los Estados Unidos, siendo reconocido por sus “tecnologías pioneras en sustentabilidad” donde se incluye al herbicida Roundup. En ese mismo año Monsanto recibió el Premio “Desafío a la Química Verde”, y las autoridades argumentaron que fue por la responsabilidad ambiental de sus sistemas de fabricación de herbicidas a base de glifosato.
   En un contexto distinto a las premiación por desarrollo tecnológico o tecnologías sustentables, en noviembre de 1996 el Ministerio de Justicia de los Estados Unidos, tras enterarse que Monsanto financiaba anuncios en los periódicos y la televisión para generar imagen positiva del Roundup®, le prohibió a la empresa proclamar que “su herbicida es biodegradable, bueno para el medio ambiente, no tóxico, inofensivo y conocido por sus características medioambientales”. Recién luego de más de una década, el 20 de enero de 2007, la multinacional Monsanto fue declarada culpable por financiar la publicidad engañosa, primero en Estados Unidos y luego en un tribunal de Lyon, en Francia. Paradójicamente, el Dr. John E. Franz (pionero del empleo del glifosato como herbicida) fue incorporado al salón de la Fama de los Inventores de los EE.UU. en Akron -Ohio-, pocos meses después de que Monsanto fuera dos veces sancionado.

 

Probable carcinógeno humano 


   Entre los años 2000 y 2006 se fumigaron con Roundup cerca de 300.000 hectáreas en el marco del “Plan Colombia” ideado por Washington con el fin de erradicar los cultivos de coca y cannabis. El saldo fue una intensificación del narcotráfico hasta nuestros días, la intoxicación de alrededor de 300.000 personas sólo en el departamento de Putumayo, ubicado en la frontera con Ecuador, donde residen varias comunidades originarias. Otras consecuencias fueron la destrucción de miles de hectáreas de cultivos de los pobladores (mandioca, bananas, tomate, caña de azúcar), la reducción de la fauna y de los árboles frutales. Este caso demuestra el gran poder destructivo del glifosato, capacidad negativa que históricamente fue negada por sus fabricantes, promotores y los comerciantes.

 
Se estima que durante el Plan Colombia se utilizaron dos millones y medio de litros de glifosato.
 
   Valiosos estudios realizados por científicos independientes han demostrado fehacientemente que el glifosato ha sido erróneamente calificado como "toxicológicamente benigno" a lo largo de la historia. La revisión de la toxicología del glifosato que realizó un equipo norteamericano de científicos independientes agrupados en la Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides (NCAP), identificó numerosos efectos adversos en todas las categorías normales de estudios toxicológicos (subcrónicos, crónicos, carcinogenéticos, mutagénicos y también en los reproductivos). Las conclusiones a las que arribó la NCAP fueron duramente cuestionadas a través del argumento de que estos efectos se produjeron porque el estándar protocolar exige hallar efectos negativos a la mayor dosis analizada.
   A modo de complemento con el estudio de la Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides  (NCAP), un trabajo sobre glifosato publicado en noviembre de 1998 por la editora del Journal of Pesticide Reform, Caroline Cox, describía efectos adversos semejantes que no habían resultado de la mayor dosis estudiada, sino que todos habían sido constatados a dosis menores. Pero estos esfuerzos fueron subestimados por los organismos superiores. Tal es así que la revisión del año 2000 concluyó con la siguiente frase: “en las condiciones de uso presente y esperado, no hay posibilidad de que el herbicida Roundup ponga en riesgo la salud de las personas”.
   Entre los estudios más recientes que evidencian la toxicidad carcinógena del glifosato se destacan dos investigaciones con sus correspondientes experimentos. La primera fue en 2009 y tuvo lugar en el Laboratorio de Embriología Molecular del Conicet (Facultad de Medicina de la UBA, en Argentina) donde, por medio de inyecciones de dosis hasta 1500 veces inferiores de glifosato que las utilizadas en las fumigaciones sojeras de allí, se comprobó trastornos intestinales y cardíacos, malformaciones y alteraciones neuronales como consecuencias en las ratas de laboratorio. “Concentraciones ínfimas de glifosato, respecto de las usadas en agricultura, son capaces de producir efectos negativos en la morfología del embrión, sugiriendo la posibilidad de que se estén interfiriendo mecanismos normales del desarrollo embrionario“ determinó la resolución del estudio dirigido por Andrés Carrasco.
   En 2012, el experimento del Dr. Gilles-Eric Séralini, experto de la Comisión Europea en transgénicos, encontró daños severos en órganos vitales como el hígado o riñón, altas tasas de tumores y alteraciones hormonales en ratas alimentadas con el maíz genéticamente modificado y regado con bajos niveles de Roundup. El estudio fue publicado en Food and Chemical Toxicology (FCT) en septiembre del 2012 pero finalmente retirado en noviembre de 2013 a causa de la campaña difamatoria (iniciada en críticas a la metodología de la investigación) que levantó la comunidad científica rentada por los agronegocios y las propias empresas multinacionales. En su trabajo, el francés Séralini afirmó que los productos metabólicos de Roundup causarían la muerte de embriones, placentas y células umbilicales humanas in vitro en bajas concentraciones (1 × 10−5 veces la concentración recomendada para el uso).
   Pese a los resultados adversos en estas investigaciones y de otras con poco alcance mediático pero de gran compromiso contra los agrotóxicos, hasta hace no muchos meses la Unión Europea (tras un estudio bajo liderazgo de Alemania), publicaba en el Review Report for the Active Substance Glyphosate desacertados resultados a los que alcanzó la Comisión Europea, quien determinaba nuevamente que el uso de glifosato no implicaba efectos adversos para la salud humana o animal”. A modo de respuesta, la Organización Mundial Salud (OMS) declaró el 20 de marzo del 2015 desde Lyon -Francia- , que el glifosato es “un probable carcinógeno para los seres humanos”, clasificándolo en el Grupo 2A de toxicidad cancerígena que construye la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). También se presume la existencia de una "evidencia limitada" respecto de la capacidad que podría tener el glifosato para generar el linfoma no Hodgkin en los seres humanos y se determinó oficialmente que hay pruebas "convincentes" de que puede provocar cáncer en animales de laboratorio.
   Esta decisión de organismos tan influyentes a nivel mundial como la OMS o la ONU es un logro principalmente de la lucha activista contra las multinacionales productoras de agrotóxicos, pero a la que contribuyeron con enorme valentía, los científicos que rebelaron sus investigaciones. Pero actualmente  los productos que contienen glifosato están registrados en más de 130 países y aprobados para el control de malezas en más de 100 cultivos. Los agrotóxicos continúan envenenando al mundo y enriqueciendo a las multinacionales.
 

 
 

domingo, 8 de marzo de 2015

8 de Marzo: ¡De memoria, concientización y lucha!





   Desde hace poco más de un siglo que cada 8 de marzo se torna conmemorativo de la fecha 8 de marzo de 1857, cuando un grupo de mujeres trabajadoras de una fábrica textil ubicada en la ciudad de Nueva York fue salvajemente reprimido por la policía estadounidense tras su sublevación con motivo de lucha por la reducción de las exhaustivas jornadas de 12 horas diarias de trabajo sin descanso intermedio, contra los bajos salarios percibidos, y la falta de validación y práctica imposibilitada de la totalidad de los derechos básicos de la mujer. El saldo de dicha masacre fue de 129 mujeres asesinadas por el brazo armado y represor del Estado.
   Al contrario de ello, muchos investigadores sostienen que este día sirve de conmemoración a las más de cien mujeres calcinadas en la fábrica textil Sirtwoot Cotton (también ubicada en Nueva York), supuestamente el 8 de marzo de 1908. Sin embargo, no se puede afirmar que este hecho fuera real ya que no se registran noticias oficiales en los diarios de entonces; y además había sido domingo.
   No obstante, se suele tomar al día como acto homenaje a la memoria de las 146 jóvenes (en su mayoría inmigrantes) víctimas del incendio producido por la propia patronal burguesa dueña de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York el 25 de marzo de 1911. Éstas trabajadoras se encontraban en huelga por mejoras en sus condiciones de trabajo y de género, como las de 1857.
   Seis días antes de este trágico episodio, el 19 de marzo de 1911, se había celebrado por primera vez el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora” con asistencia de millones de mujeres en varios puntos de Europa como Austria, Polonia, Alemania y Dinamarca. La propuesta para que este día se tomara como una festividad internacional fue iniciada por la socialdemócrata alemana Clara Zetkin, líder del movimiento alemán de mujeres socialistas, y presentada en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague-Dinamarca- entre el 26 y 27 de agosto de 1910. Aunque la idea de Zetkin parecía genuina e innovadora, contaba con un antecedente inspirador. El “Women’s Day”, que las socialistas estadounidenses festejaban desde 1908, cuya finalidad era la reivindicación del sufragio universal. No fue hasta el año 1920 cuando lograron que fuera aprobada la Decimonovena Enmienda de la Constitución Estadounidense por la que se les otorgaba a las mujeres, por fin, el derecho al voto.

El hombre debe acompañar y luchar junto a la mujer contra el sistema capitalista patriarcal.
   Pese a no estar determinado el origen “oficial” por el cual se celebra el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, para tal ocasión anual debemos unirnos tantos hombres como mujeres, ancianos y jóvenes para alzar la voz de la igualdad de derechos entre ambos géneros. Esto no significa que el resto del año debemos olvidarnos de la lucha anti-heteronormatividad. Todos los días del calendario deben ser tratados como el 8 de marzo.

   No tenemos que esperar a que la Organización de Naciones Unidas lo dicte (recién en 1977 oficializó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora) para aplicarlo en los pueblos. Lo legítimo no necesita ser legalizado por la “justicia” burguesa.

   Aún hoy, y pese a los avances en materia de respaldo por los derechos de las mujeres, en numerosos lugares del planeta, ellas continúan demandando derechos básicos, tales como acceder a la educación, la cultura, el trabajo o la política. Increíblemente, algunos Estados manipulados por las religiones siguen desarrollando un ataque misógino permanente y avalado por la sociedad machista sobre el género femenino, que nos retrotrae a unos cuantos siglos atrás.
   Siguen existiendo países donde pueden llegar a condenar a muerte a una mujer por "adulterio". Culturas que prohíben la socialización de las mujeres y la muestra libre de su cara. Religiones, todas, que hacen creer a las poblaciones devotas que el aborto es el mayor crimen y castigo para la Humanidad, cuando en realidad es una causa de muerte en ascenso entre los adolescentes pobres, producto de la falta de prevención, cuidados médicos y socioeconómicos.



¡Memoria, concientización y lucha!

 


   Porque han sido cientos, miles, millones las mujeres asesinadas por el hombre a lo largo de la historia.
   En todos los países y naciones del mundo, han sufrido el maltrato, el ataque permanente, la violación de sus derechos básicos y humanos.

   Porque en innumerables culturas han sido prostituidas desde rituales de sacrificio y desfloración de niñas vírgenes.

   Fueron perseguidas desde la “cacería de brujas” en la Edad Media, quemadas en hogueras bajo el cargo de “idiotas” determinado por los gobernantes.

   Porque desde hace siglos son condenadas a la maternidad obligatoria y naturalizada en las sociedades patriarcales.

   El hombre las ha tratado como objetos sexuales comerciables, sin identidad propia.

   Por todo ello, las mujeres deben tener memoria. El primer paso a la liberación será recordar y honorificar a quienes cayeron bajo el dominio del Patriarcado.
   La concientización se desarrolla en pos de entender la situación de oprimidas por la que se transita en la cotidianeidad de la actualidad.
   La lucha es el único mecanismo que permitirá la emancipación de las mujeres del rol de explotada por el Estado y por el hombre (burgués y proletario).

 
Ni sumisas, ni devotas, ni invisibles.

   Las mujeres están destinadas a su libertad. Indefectiblemente, lograrán la liberación. Pero el camino es largo; y así como la clase oprimida lucha contra la clase hegemónica dueña del poder y las relaciones de explotación, las mujeres deberán organizarse con el objetivo de destruir al patriarcado. Es una lucha no sólo de género, sino también de clase. La clase oprimida debe arrasar contra el sistema capitalista-patriarcal.
   Los hombres tenemos la responsabilidad y el deber revolucionario de colaborar con la destrucción del sistema patriarcal. Somos nosotros quien lo mantenemos, y pese a que parezca ser el sistema capitalista nuestro único enemigo, el patriarcado también lo es.

   Ninguna mujer detrás del hombre para vencer al capitalismo patriarcal. La mujer al lado del hombre.

¡Viva la mujer que lucha!



viernes, 13 de febrero de 2015

Capitalismo y desigualdad: Muerte por hambre


   El hambre produce más muertes que el SIDA, la Malaria y el Dengue, juntas.
   Es un mal global que afecta a la población pobre, independientemente de la edad de las personas, aunque por supuesto que la situación se agrava cuando son niños y ancianos quienes la padecen.
   Al igual que las pestes mencionadas, el hambre es una enfermedad tan letal como evitable.
   Sin embargo, la desigual distribución de la riqueza, es responsable de que se presente como una forma silenciosa de genocidio de millones de personas.



 

 
   Diariamente, alrededor de 24.000 personas fallecen como consecuencia del hambre o motivos relacionados. Pese a que traten de las causas más conocidas y temidas, las hambrunas y las guerras sólo representan un 10% de la totalidad de las muertes por hambre. A diferencia de ello, La mayoría se debe a la desnutrición crónica, consecuencia del fenómeno de la “pobreza extrema”.
   La desnutrición crónica, además de conllevar a la muerte, es capaz de provocar deficiencias en el crecimiento de los niños, discapacidades motrices, visuales y mentales, riesgos durante los embarazos en las futuras madres, y una susceptibilidad mayor al padecimiento de otras graves enfermedades, ya que el sistema inmunológico se encuentra seriamente debilitado.
   La pobreza extrema afecta a 842.000.000 de personas en todo el mundo. Ellas no poseen suficientes recursos para alimentarse ni siquiera una vez al día, sufriendo de hambre y desnutrición. La gran mayoría de esta gente (827 de 842, en millones) está nucleada en países en vías de desarrollo, en donde el 14,3% de la población total, está desnutrida.
   552.000.000 viven en Asia u Oceanía, mientras que el 60% del total corresponden a mujeres.

La pobreza extrema afecta tanto a niños como a adultos o ancianos.

 

La situación de los niños


    Según datos de la UNICEF, diariamente mueren 19.000 niños (5.600.000 al año) por causas evitables, de los cuales un tercio de ellos, 6.400, son por hambre. De esta manera, anualmente el número asciende a 2.336.000 de niños fallecidos por la desigual distribución de los alimentos. Un dato aún más grave, es que el 75% de estos niños corresponde a menores de cinco años.

   Actualmente, el 10% de todos los niños que nacen en países subdesarrollados, fallecen antes de cumplir cinco años. Esto representa una reducción de un 28% de las cifras de hace cincuenta años; no obstante, un 10% sigue siendo un porcentaje demasiado alto.

   Además, son 200.000.000 los menores víctimas de la pobreza extrema, hambrunas y sed. Situación lamentable, por tratarse de padecimientos evitables con una distribución más justa de los alimentos, los recursos hídricos y la riqueza mundial.
 
La pobreza extrema impide el tratamiento del hambre.
 
   La desnutrición infantil, otro mal evitable, contribuye con la muerte de 2.600.000 niños menores de cinco años. En los países en vía de desarrollo, uno de cada seis niños (aproximadamente 100.000.000 en total) padece de bajo peso.
   Uno de cada cuatro niños, a nivel mundial, tiene deficiencias en su desarrollo corporal y psíquico-mental por falta de los nutrientes adecuados. En los países subdesarrollados, la proporción puede llegar a aumentar a uno de cada tres. En esta cuestión, cabe destacar que, pese a que los niños reciben leche materna, muchas veces sus madres también se encuentran en estado de desnutrición crónica, por lo que producen una leche poco nutritiva.
   El 80% de los niños con retraso en el crecimiento viven en los 20 países más pobres del planeta. En esa lista, figuran países como Haití, Malí, Etiopía, Bangladesh o Zambia.
 

La falta de los nutrientes esenciales causa la desnutrición infantil.
 

¿Soluciones?


   El acceso a la educación está considerado como una alternativa concreta para progresar socioeconómicamente y llegar a un estatus de vida digna. Sin embargo, son unos 66.000.000 los niños que aún continúan asistiendo a la escuela primaria con hambre en los países en vía de desarrollo, de los cuales 23.000.000 se encuentran en África.
   Debemos dejar de lado las disputas internas de cada nación o región, para tener una visión global sobre los verdaderos males que afectan a quienes ni siquiera cuentan con una alternativa de cambio y progreso para sus generaciones jóvenes.

   Cada minuto, 12 familias están despidiendo los restos de uno de sus hijos. Esto significa que cada 5 segundos fallece un niño. Nuevas víctimas de la mezquindad de un sistema que se viene forjando desde hace más de dos siglos bajo los valores del egoísmo, el etnocentrismo, la rentabilidad empresarial y la esclavitud, aunque con otra denominación en el último tiempo.
   Estos niños condenados a la miseria, hambre y pestes, que conforman la escoria para el capital, indefectiblemente terminarán convirtiéndose, si llegasen a sobrevivir hasta adultos, en la mano obra barata para las empresas.
   Sus vidas se encuentran condenadas a una permanente situación de insalubridad económica. La opulencia de los ricos se traduce en una competencia capitalista por la colonización de esa mano obra barata, hambrienta, y sin otra salida que la esclavización laboral.
   He aquí donde la vida de millones pierde dignidad. El Capitalismo ya demostró su ineficiencia como sistema económico, social y de vida. Necesitamos un cambio radical, que asegure el bienestar que las poblaciones se merecen. Equidad en la posesión de las riquezas. Equidad en la distribución de los alimentos. Ni un niño ni un adulto muerto por hambre, nunca más.
 


No existe crisis que pueda justificar la muerte de un niño o adulto por hambre.
 
 
Fuentes: Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), www.un.org (Proyecto Hambre), Programa Mundial de Alimentación de las Naciones Unidas (PMA).
 

viernes, 6 de febrero de 2015

Capitalismo y desigualdad: Distribución de la riqueza mundial



   Bajo el lema y la práctica de "la explotación del hombre por el hombre", funciona el actual sistema capitalista. El mismo posee la capacidad de producir suficientes bienes y servicios para satisfacer las necesidades básicas, económicas y de alimentación de todos los habitantes del planeta.
 
   Pese a ello, existe una desigual distribución de la riqueza mundial, lo que genera pobreza, y con ella, hambre, desnutrición y muerte.





 

Distribución de la riqueza mundial


   Uno podría deducir que hemos evolucionado en la práctica de una distribución más justa de la riqueza si comparamos la situación actual, con la de 250 años atrás, cuando todavía no se había desarrollado el sistema capitalista como modelo de generación de riquezas y de explotación de los trabajadores; pero las estadísticas difieren de la creencia popular, el deseo y el optimismo de los verdaderos gobernantes del mundo.
   La inequitativa distribución del capital viene procesando un aumento constante e inédito. Según la organización caritativa contra la pobreza Oxfam, el 1% más rico aumentó su riqueza de un 44 % en el 2009 a 48 % en el 2014. Y tal como se mantiene el panorama, superaría el 50% del total mundial para este año.
   Uno de los motivos del aumento en las posesiones del grupo más poderoso, que nuclea a dueños de corporaciones multinacionales, empresarios petroleros, políticos y artistas multimillonarios, es la extracción que las multinacionales realizan de las naciones más pobres por alrededor de US$ 900.000.000.000 anuales basados en la especulación y la manipulación de los precios del comercio internacional.
   Paralelamente, otro buen flujo de capitales proviene de contratos empresariales supervalorados, y pagos de deudas de préstamos por un total de US$ 600.000.000.000 anuales, barbaridades hechas posibles gracias a la corrupción política que se ejerce habitualmente en estos estados en desarrollo.
   Otro ingreso del total de los multimillonarios, que va en ascenso e importancia, se produce por la comercialización de la imagen, propaganda y marketing. En este último grupo se destacan los ingresos de los artistas más famosos, que poseen cuentas bancarias cada día más extraordinarias. Jerry Seinfeld, Paul McCartney, Bono, Jimmy Buffet, Justin Bieber, Madonna, Damien Hirst, Jennifer Lawrence y Bruno Mars, entre otros, se destacan en este grupo.
En cualquier región del Globo, los artistas más ricos sólo se contratan por dólares.
 
   Los miembros del 1% más rico del mundo cuentan con una riqueza individual promedio de US$ 2.700.000. Paradójicamente, existe una distribución “inequitativa” en el destino de esos capitales, ya que el 30% se encuentra en manos de ciudadanos estadounidenses.
   Entre los multimillonarios más famosos figuran el presidente norteamericano Barack Obama, la directora del FMI Christine Lagarde, el expresidente chileno Sebastián Piñera, el empresario mexicano Carlos Slim,  el creador de Microsoft Bill Gates y la familia Walton, dueña de Wal-Mart.
   En 2014 los 80 individuos más ricos del mundo acumulaban la misma riqueza que el 50% de la población mundial, que representa cerca de 3.500 millones de personas. Dicha concentración fue aún mayor que la efectuada durante 2013. Entonces, alrededor de la mitad de la riqueza mundial se hallaba en manos de 85 de las personas más acaudaladas del planeta.
En la actualidad, un empresario exitoso puede poseer más riqueza que un país entero.


 

De la vereda de enfrente, el 99%



   Es común que sea de conocimiento popular el hecho de que magnates manejen fundaciones a su nombre, por las cuales realizan donaciones a las poblaciones más pobres del mundo. Del mismo modo, las naciones desarrolladas más poderosas también ofrecen ayuda económica y humanitaria mediante organismos transnacionales como la Unión Europea o la Organización de las Naciones Unidas. Aproximadamente US$ 130.000.000.000 por año aportan a las economías subdesarrolladas por este medio.
   No obstante, no debemos olvidar que son las corporaciones multinacionales residentes en aquellas superpotencias las que realizan sus negociados e inversiones, generando ganancias diarias de miles de millones de dólares, que para nada favorecen a los trabajadores de los países pobres. Además de la explotación capitalista que reciben, se extraen indiscriminadamente sus valiosos recursos naturales.
   A los grandes empresarios les conviene que el sistema se mantenga de esta manera. Ellos, con su riqueza pueden solventar todo lo necesario para dominar a naciones enteras. A menudo realizan reuniones, a veces secretas, a veces públicas y con alcance global, donde discuten las mejores estrategias para generar mayores ganancias recortando el gasto empresarial.


   Como el sistema capitalista es irregular, cae en crisis permanentemente, y las depresiones económicas traen consecuencias lamentables para los pobres. Reducción de personal en fábricas, despidos, suspensiones, reducción del salario real, inflación de precios o depreciación de las monedas nacionales, entre otros problemas, que caen directamente sobre las espaldas de los trabajadores. Los más afectados por estos males son los niños, que pertenecen a la nueva generación que crece en un desorden económico, nunca antes visto por la Humanidad.
   Asimismo, en crisis económicas, se amplía la brecha entre el poder adquisitivo de los más pudientes para con los de menores ingresos.
   Una de cada nueve personas del mundo no tiene suficiente dinero para comer al menos una vez al día, mientras que 1000 millones de personas tienen que sobrevivir con menos de 1,25 dólares al día.

   La Humanidad avanza diariamente en áreas científicas, invierte millones de dólares en tecnología y astronomía, mientras acá en el mundo, las diferencias económicas son abismales entre la aristocracia internacional y las mayorías trabajadoras, quienes son los generadores de las riquezas.

   Por todo ello, es que se necesita una distribución de la riqueza urgente, que sea equitativa y llevada al cabo por los mismos pueblos, libres de explotación e imperialismos.



Fuentes: www.oxfam.com, credit suisse global wealth databook 2013 y 2014, www.forbes.com.