Por Luigi Fabbri.
El siguiente texto del anarcocomunista italiano Luigi Fabbri (1877-1935)
es un escrito que fue utilizado como prólogo a un libro de Tomaso Concordia contra el alcoholismo.
El problema más importante de nuestros días es indudablemente el
problema económico, el problema obrero: la característica de la sociedad
burguesa, contra la que estamos en guerra, es precisamente la explotación
capitalista, la esclavitud del salario, que está íntimamente ligada con el
privilegio político, la tiranía del Estado.
Pero nosotros no somos de esos que dicen: "Abolamos la explotación
y eliminemos la autoridad del Estado, y todo estará hecho". La solución a
la cuestión social significa también resolver problemas morales, educativos,
sexuales, higiénicos, religiosos, etc. Son cuestiones secundarias, algunas muy
secundarias, pero que no debemos en absoluto perder de vista.
Debemos preparar la llegada de una sociedad de libres e iguales
trabajando todo lo posible en todos los campos y en todos los problemas
humanos. En todos por lo menos debemos decir lo que pensamos, en coherencia con
nuestros postulados libertarios.
La cuestión del alcoholismo es importantísima para nosotros, no solo
desde el punto de vista higiénico y moral, sino también desde un punto de vista
político y económico, e incluso desde el punto de vista de la práctica de la
lucha que entablamos contra la sociedad burguesa.
Sin ninguna duda, la plaga del alcoholismo no se curará ni siquiera
disminuirá en sus daños, mientras permanezca la actual constitución económica
de la sociedad. Seríamos ridículos si nos dejásemos absorber en la cura de este
mal olvidando el resto; mucho más ridículos si pensásemos, como ciertos
apóstoles fanáticos de las sociedades de templanza, que el alcoholismo es la
mayor plaga de la sociedad actual y, una vez curada, el resto irá mejor.
Pero tenemos necesidad de irradiar también en las masas obreras una
fuerza de resistencia contra el vicio del alcohol. Obtendremos poco, pero esto
contribuirá a la formación de las conciencias, habituará a un mayor número de
individuos a la lucha contra la parte peor de sí mismos, y podrá ayudar
eficazmente a un conjunto de obreros cada vez más fuertes y numerosos, que será
el fermento sano de un movimiento reformador y revolucionario.
Cada vez es más necesaria la lucha contra el alcoholismo para limpiar el
ambiente revolucionario de algunos defectos inherentes al asunto del alcoholismo.
¿Cuántos de nosotros no se convierten en un obstáculo, especialmente en los
centros pequeños o en los grupos restringidos, por la influencia deletérea del
alcohol? ¿Cuántas energías intelectuales no ahuyenta el alcohol de entre
nosotros, convirtiéndonos en presa de la peor corrupción, no solamente íntima y
personal sino también política y moral?
Nuestro estupendo amigo Tomaso Concordia ha escrito, respondiendo a esta
necesidad de la educación revolucionaria, cosas muy eficaces, que muy
oportunamente han sido recogidas en este volumen. Ahora son centenares y
centenares los libros y folletos de propaganda entre el público, difundidos con
millones de ejemplares, con los que se dan a la luz y se enseñan nuestras
ideas. ¿Por qué entre tantos, no debería existir un librito como este, que
eduque el espíritu y el cuerpo en la lucha contra el embrutecedor vicio del
alcohol al menos entre la minoría que escucha más nuestra voz?
No nos ilusionemos sobre la eficacia de esta especie de propaganda.
Sabemos que el número de nuestros lectores será limitadísimo. Seremos nosotros
-debemos decirlo- los primeros en reaccionar contra una excesiva importancia
dada al problema que nos ocupa, y contra una auténtica especialización de la
propaganda a propósito del alcoholismo. Pero también sobre esto debe expresarse
nuestra opinión.
Y por mucho que sean imperceptibles los frutos, no se habrá perdido
nada. Nada se pierde en el mundo de las ideas, en el mundo moral ni en el mundo
físico. Lancemos nuestro pensamiento en medio de los trabajadores, y antes o
después fructificará en algo útil y beneficioso para la humanidad, tanto más
si, no contentos con decir palabras vanas, sabemos añadir a la prédica la
práctica, haciendo también en este campo restringido y secundario la mejor
propaganda: la propaganda con el ejemplo.