sábado, 26 de septiembre de 2015

¿Por qué se los llevaron? Reflexiones a un año de Ayotzinapa





   Días siniestros. Horas trágicas. Fue el 26 de septiembre. Pero también el 27. Un saldo de 7 muertos, 17 heridos y 43 desaparecidos. Ya han pasado 365 días, y no aparecen. Eran estudiantes, lo sabemos. Querían mejorar sus condiciones de vida, y las de sus familias, también. ¿Qué estarían haciendo ahora? No lo sabemos. Quizás aprendiendo, quizás movilizándose, quizás recreándose. Eso nunca lo sabremos.
   El dolor de todo un pueblo. Desaforado, gritándole al cielo. Pidiendo la aparición de sus hijos, con vida. Pidiendo el renacimiento del fruto de esas madres que jamás, jamás dejaran de luchar. Porque su existencia se basará en la lucha. De aquí hasta el final. Por esos chavos, sí. Por esos pibes, jóvenes, estudiantes. Vidas. Sueños. Eran 43. Son 43. Serán por siempre 43. Es nuestro deber, como pibes, jóvenes o estudiantes que somos, exigir su aparición. Restitución con vida. Estés en Guerrero, en Cuzco, en Buenos Aires. Pero más importante que exigir su aparición, es renacer los ideales de los 43 de Ayotzi en nosotros. Con facetas distintas para cada contexto. Porque las realidades de las sociedades difieren. Mucho. Pero exijamos lo que nos corresponde. Libertad. Libertad para decidir. Libertad para opinar. Libertad para soñar y para vivir.
   Eran colegas. Eran indios. Eran negros. ¿Por eso se los llevaron? Existe una sola raza, la humana. Eran mexicanos, pero los siento como hermanos míos. Las fronteras son patrañas. No existen. Las crean para dividir y reinar. Que las instituciones del poder no nos separen compañeros, compañeras. Aquel día fueron 43 en Ayotzinapa, Iguala, México. Pero día a día nos desaparecen. Para callarnos. Para vendernos. Para explotarnos. Para dividirnos. El peligro, el temor. Sus armas preferidas. Si no son suficientes, desaparición.
   Son cobardes. Atacan en grupos. Poseen el marco legal a su favor para reprimir. Para asesinarnos. Su amparo es el Estado. Esa inmundicia institucional al servicio de los más poderosos. De los dueños del capital. Los oligarcas. Los terratenientes. Los políticos. Responsables son ellos. Aquí, allá, en todos lados. ¿Qué nos queda por hacer? Muchas cosas. Empecemos por dejar de lado la indiferencia. Esa que te hace cómplice de quien te reprime. Solidaricémonos a nivel global. Las cosas no suceden en un solo lugar. Vivimos en un sistema. Internacional. O se lo combate entero, o no se lo combate. Procesos que tardarán siglos. Pero hay que contribuir en la medida de nuestras posibilidades. Vale crearlas. Porque sería la mejor manera de reivindicarlos. A ellos. A los 43. A los pibes que se llevaron en las dictaduras latinoamericanas. A los del Mayo Francés. A cada pibe que cae en manos de un represor. Gatillo fácil. En la telaraña de la narcocracia.
   La narcocracia. Drogas, balas, muerte, desaparición forzada. Relaciones carnales del sistema político y el crimen organizado. Todo complementado en un círculo vicioso. Una realidad iniciada en un pueblo. Entre los ranchos. Ahora, una situación muy compleja. Ampliada a países enteros. México. Colombia. Argentina. Que no es sólo el Chapo Guzmán. Es sinónimo de terrorismo. Terrorismo de Estado. En plena democracia. Sí, en democracia. Supera a Peña Nieto. También a su partido. Y a sus aliados. Implica armas, negocios y mucho dinero. Estados Unidos en el medio. Por supuesto. Indisimulable. Común. Normal. Una habitualidad.
   Los bancos vacíos. Las mesas con sus fotografías, esperándolos. La falta de los muchachos. La falta de respuestas de un Estado criminal. Privatizador y entreguista. Responsable de la desaparición multiplicada por miles en los últimos años. Y el sistema político, con todos sus partidos adentro. Responsables de facilitar la existencia de ese Estado. Porque las cosas no se cambian compartiendo techo con tus explotadores. Vean la Comunidad de Cherán. Ni un político quedó. Ni un policía represor quedó. Palabras más, palabras menos. Autogobierno, autodefensa comunitaria y autodeterminación. En tierras donde emergió el zapatismo, era esperable. Enhorabuena. Sin fanatismos. Superando las diferencias ideológicas. Tirando todos para el mismo lado. Una cohesión revolucionaria para nuestros tiempos. Tiempos de individualismo y sectarismo.
   Por esa senda alternativa se encaminaban los normalistas de Ayotzinapa. Hacia la autodeterminación. La Libertad. La lucha por los derechos inherentes a la vida. Hacia la victoria impostergable. La de sus hijos y nietos. ¿Por eso se los llevaron? Difícil de construir una respuesta certera. Demasiada incertidumbre. Pocas certezas. Las relaciones de poder dirigen este mundo. Porque la configuración es capitalista. Aquella persona que lo cuestiona, es peligrosa. Y corre el peligro de ser silenciada. Ultrajada. Desaparecida. Asesinada.
   Un año y no se avanzó en la investigación. Un año y las críticas al sistema político mexicano se multiplicaron. Un año y siguen sin aparecer. Un año y esos padres no saben si volverán a verlos. Un año y esas madres no bajan los brazos. Un año y las esperanzas por hallar justica se renuevan. Un año y el tiempo transcurre. Un año y seguimos esperando. Poco o mucho tiempo, pero sirvió para que reflexionemos. Nos puede tocar a nosotros. Sí. Pero que sepan que en donde haya uno menos, renacerán miles en su lugar.



 
 
   Reflexiones de un pibe, joven, estudiante. Como eran los 43. Y mi interrogante, como el primer día, sigue siendo el mismo:  ¿Dónde están?