lunes, 16 de febrero de 2015

México: Entre la narcocracia y la autoorganización del pueblo

 
 
   El gobierno actual, con mayoría parlamentaria y conducción del Partido Revolucionario Institucional-PRI-, con buena presencia del Partido de la Revolución Democrática-PRD-, el Partido Acción Nacional-PAN- y el Partido Verde Ecologista de México-PVEM-; no es más que un rejunte de la burocracia que viene gobernando México desde el siglo XX.

   Los vínculos que el gobierno federal ha construido y mantenido con el crimen organizado y los cárteles de droga, corrompen a diario todos los estratos estatales, locales y regionales de gobierno. El Sistema Político Mexicano, en su totalidad, se encuentra inepto para satisfacer las demandas de la población.

   Actualmente viene floreciendo una “alternativa de izquierda” a cargo del Movimiento Regeneración Nacional-MORENA-, liderada por el ex candidato a presidente Andrés Manuel López Obrador (quien tiene vínculos directos con el ex alcalde de Iguala y máximo apuntado como responsable de la desaparición de los 43 normalistas, José Luis Abarca). Este partido político que nació allá por 2012 como un movimiento social, y que recién en julio de 2014 alcanzó el registro como partido político, cuenta con un programa de tendencia reformista para con las instituciones y de medidas que beneficiarían al pueblo, aunque no lograrían el cambio necesario.

   En este clima de descontento social, indignación, búsqueda de justicia y del inicio, posiblemente, de la transformación radical del sistema político por instituciones independientes más confiables y representativas de los derechos e intereses de las mayorías pobres, se abre el abanico de posibilidades, de entre las cuales el pueblo mexicano deberá optar por una.
 
Todos los partidos buscan lo mismo, llegar al poder político.
 

¿Partidos tradicionales, MORENA o la autoorganización?

 
   El hecho de optar por los partidos tradicionales o por el Movimiento Regeneración Nacional, permitirá la continuación del sistema de gobierno que ya muchos males le ha traído a la sociedad mexicana durante décadas. Todos los candidatos provienen de una casta burocratizada perteneciente al 1% más rico del mundo, y que de ninguna manera posee intenciones de cambio. 

   Ningún partido político logrará cambiar el rumbo de la historia. Ante ello, las clases bajas deben unirse. Las mayorías trabajadoras, los estudiantes y campesinos, deben aprehender las nutridas experiencias que brindan las cooperativas integrales de Chiapas; la comunidad de Charán -Michoacán-, la cual partió como una forma de autofedensa civil y que actualmente se rige bajo un Consejo Autónomo integrado por representantes de cada uno de los barrios que la conforman; y sobretodo de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas -MAREZ-, donde es “el pueblo en rebeldía quien manda y el gobierno quien obedece”, como bien lo indica su eslogan.

   En ellos, es la autogestión y la autoorganización quienes conducen la cotidianeidad de la gente. Ningún político, sino asambleas generales son las que determinan estrategias económicas para el desarrollo o aprueban leyes para la sociedad. Es allí, donde el gobierno estatal se vuelve obsoleto, y se visualiza perfectamente la capacidad propia que tienen los pueblos de autogobernarse.
 
La sociedad no necesita financiar costosas elecciones y mantener a millonarios políticos.
 

Esperanzas en el horizonte

 
 
   Desde la desaparición de los 43 normalistas en Ayotzinapa -Guerrero-, en México se respira un aire distinto. El pueblo, cansado de los crímenes organizados, de los carteles de droga que dominan regiones enteras, y de la renombrada ineficacia de un aparato estatal seriamente deteriorado, comienza a desarrollar alternativas autogestoras, de autoorganización, autodefensa civil y hasta componiendo una estructura propia de gobierno al servicio de las necesidades del conjunto poblacional.
   Estos métodos se desarrollan en un ambiente de acción directa sin intermediadores, sin gobierno dependiente de los tradicionales partidos burocratizados, ni militares extranjeros en territorio soberano. Estos últimos, quienes son utilizados por las fuerzas imperialistas (caso Estados Unidos y su "Operativo Rápido y furioso") y por el narcogobierno de Enrique Peña Nieto como pretexto de lucha contra el narcotráfico, con el fin evidente de reprimir, desaparecer, incinerar y, así, terminar con la oposición a su régimen.
   Las protestas, que ya llevan meses a raíz del caso de Ayotzinapa, y que se abanderan con el pedido de la aparición con vida de los 43 humildes jóvenes, dejan en evidencia que las instituciones del Estado lejos de servir para resolver los problemas cotidianos de la población, se posicionan férreamente al servicio de la inteligencia extranjera y los intereses de las empresas privadas.
 
Los partidos políticos y las elecciones antidemocráticas sólo sirven para legitimar a un Estado inútil y corrupto.