viernes, 13 de febrero de 2015

Capitalismo y desigualdad: Muerte por hambre


   El hambre produce más muertes que el SIDA, la Malaria y el Dengue, juntas.
   Es un mal global que afecta a la población pobre, independientemente de la edad de las personas, aunque por supuesto que la situación se agrava cuando son niños y ancianos quienes la padecen.
   Al igual que las pestes mencionadas, el hambre es una enfermedad tan letal como evitable.
   Sin embargo, la desigual distribución de la riqueza, es responsable de que se presente como una forma silenciosa de genocidio de millones de personas.



 

 
   Diariamente, alrededor de 24.000 personas fallecen como consecuencia del hambre o motivos relacionados. Pese a que traten de las causas más conocidas y temidas, las hambrunas y las guerras sólo representan un 10% de la totalidad de las muertes por hambre. A diferencia de ello, La mayoría se debe a la desnutrición crónica, consecuencia del fenómeno de la “pobreza extrema”.
   La desnutrición crónica, además de conllevar a la muerte, es capaz de provocar deficiencias en el crecimiento de los niños, discapacidades motrices, visuales y mentales, riesgos durante los embarazos en las futuras madres, y una susceptibilidad mayor al padecimiento de otras graves enfermedades, ya que el sistema inmunológico se encuentra seriamente debilitado.
   La pobreza extrema afecta a 842.000.000 de personas en todo el mundo. Ellas no poseen suficientes recursos para alimentarse ni siquiera una vez al día, sufriendo de hambre y desnutrición. La gran mayoría de esta gente (827 de 842, en millones) está nucleada en países en vías de desarrollo, en donde el 14,3% de la población total, está desnutrida.
   552.000.000 viven en Asia u Oceanía, mientras que el 60% del total corresponden a mujeres.

La pobreza extrema afecta tanto a niños como a adultos o ancianos.

 

La situación de los niños


    Según datos de la UNICEF, diariamente mueren 19.000 niños (5.600.000 al año) por causas evitables, de los cuales un tercio de ellos, 6.400, son por hambre. De esta manera, anualmente el número asciende a 2.336.000 de niños fallecidos por la desigual distribución de los alimentos. Un dato aún más grave, es que el 75% de estos niños corresponde a menores de cinco años.

   Actualmente, el 10% de todos los niños que nacen en países subdesarrollados, fallecen antes de cumplir cinco años. Esto representa una reducción de un 28% de las cifras de hace cincuenta años; no obstante, un 10% sigue siendo un porcentaje demasiado alto.

   Además, son 200.000.000 los menores víctimas de la pobreza extrema, hambrunas y sed. Situación lamentable, por tratarse de padecimientos evitables con una distribución más justa de los alimentos, los recursos hídricos y la riqueza mundial.
 
La pobreza extrema impide el tratamiento del hambre.
 
   La desnutrición infantil, otro mal evitable, contribuye con la muerte de 2.600.000 niños menores de cinco años. En los países en vía de desarrollo, uno de cada seis niños (aproximadamente 100.000.000 en total) padece de bajo peso.
   Uno de cada cuatro niños, a nivel mundial, tiene deficiencias en su desarrollo corporal y psíquico-mental por falta de los nutrientes adecuados. En los países subdesarrollados, la proporción puede llegar a aumentar a uno de cada tres. En esta cuestión, cabe destacar que, pese a que los niños reciben leche materna, muchas veces sus madres también se encuentran en estado de desnutrición crónica, por lo que producen una leche poco nutritiva.
   El 80% de los niños con retraso en el crecimiento viven en los 20 países más pobres del planeta. En esa lista, figuran países como Haití, Malí, Etiopía, Bangladesh o Zambia.
 

La falta de los nutrientes esenciales causa la desnutrición infantil.
 

¿Soluciones?


   El acceso a la educación está considerado como una alternativa concreta para progresar socioeconómicamente y llegar a un estatus de vida digna. Sin embargo, son unos 66.000.000 los niños que aún continúan asistiendo a la escuela primaria con hambre en los países en vía de desarrollo, de los cuales 23.000.000 se encuentran en África.
   Debemos dejar de lado las disputas internas de cada nación o región, para tener una visión global sobre los verdaderos males que afectan a quienes ni siquiera cuentan con una alternativa de cambio y progreso para sus generaciones jóvenes.

   Cada minuto, 12 familias están despidiendo los restos de uno de sus hijos. Esto significa que cada 5 segundos fallece un niño. Nuevas víctimas de la mezquindad de un sistema que se viene forjando desde hace más de dos siglos bajo los valores del egoísmo, el etnocentrismo, la rentabilidad empresarial y la esclavitud, aunque con otra denominación en el último tiempo.
   Estos niños condenados a la miseria, hambre y pestes, que conforman la escoria para el capital, indefectiblemente terminarán convirtiéndose, si llegasen a sobrevivir hasta adultos, en la mano obra barata para las empresas.
   Sus vidas se encuentran condenadas a una permanente situación de insalubridad económica. La opulencia de los ricos se traduce en una competencia capitalista por la colonización de esa mano obra barata, hambrienta, y sin otra salida que la esclavización laboral.
   He aquí donde la vida de millones pierde dignidad. El Capitalismo ya demostró su ineficiencia como sistema económico, social y de vida. Necesitamos un cambio radical, que asegure el bienestar que las poblaciones se merecen. Equidad en la posesión de las riquezas. Equidad en la distribución de los alimentos. Ni un niño ni un adulto muerto por hambre, nunca más.
 


No existe crisis que pueda justificar la muerte de un niño o adulto por hambre.
 
 
Fuentes: Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), www.un.org (Proyecto Hambre), Programa Mundial de Alimentación de las Naciones Unidas (PMA).