Por Errico Malatesta.
15 de Enero de 1924.
15 de Enero de 1924.
Se ha señalado miles de veces que los hombres, antes de
arribar a la verdad, o al menos a tanta verdad relativa como sea alcanzable en
diversas coyunturas de su desarrollo intelectual y social, tienen la costumbre
de caer en la más amplia variedad de errores al mirar las cosas, ahora de un
lado y ahora del otro, tambaleándose por ende desde una exageración a su
opuesta.
Quiero examinar aquí un fenómeno de este tipo, de gran
interés para toda la vida social contemporánea.
Hace unos años todos eran "materialistas".
Invocando una "ciencia" que era el uso de los principios generales
derivados de un conocimiento positivo demasiado incompleto, se esperaba
explicar toda la psicología humana y la totalidad de la azarosa historia de la
humanidad en términos de las necesidades materiales básicas solamente. El
"factor económico" lo explicaba todo: pasado, presente, y futuro. Toda
manifestación del pensamiento y el sentimiento, todo capricho en la vida, el
amor como también el odio, las pasiones buenas y malas, la condición de las
mujeres, la ambición, los celos, el orgullo racial, todo tipo de relaciones
entre individuos y pueblos, la guerra y la paz, la sumisión o la rebeldía en
masa, las diversas formas de familia y sociedad, los regímenes políticos, la
religión, la moral, la literatura, el arte, la ciencia... todas estas eran
meramente resultado del modo prevalente de producción y distribución de la
riqueza y de los instrumentos del trabajo en cada época. Y aquellos con una
noción más amplia, menos simplista de la naturaleza y la historia humana eran
vistos dentro de las filas conservadoras y subversivas por igual como
retrógrados carentes de "ciencia".
Naturalmente, esta perspectiva influyó en la conducta
práctica de los partidos y tendió a conducir al sacrificio de todo noble ideal
en favor de los intereses materiales, los asuntos económicos, no importa cuán
nimios e insignificantes fuesen estos últimos.
Hoy, la moda ha cambiado. Por estos días todos son
"idealistas": todos se disponen a mirar con desprecio la
"barriga", y tratan al hombre como si fuese puro espíritu, siendo
comer, vestir, satisfacer necesidades fisiológicas asuntos de ninguna
importancia para él, asuntos a no atender, no sea que se comience un declive
moral.
No tengo intención de ocuparme aquí de los siniestros
extravagantes que hacen del "idealismo" pura hipocresía y un arma de
engaño; el capitalista que recomienda un sentido del deber y espíritu de
sacrificio a sus trabajadores para así despreocupadamente cortar sus salarios y
aumentar sus propias ganancias; el "patriota" que, entusiasmado por
el amor al país y el espíritu nacional, devora su propio terruño y, dada la
chance, los terruños de otros; o el soldado que, por la mayor gloria y honor de
la bandera, explota a los vencidos y les oprime y les pisotea.
Hablo de gente honesta: especialmente aquellos de nuestros
compañeros que, habiendo visto que la lucha por la mejoría económica terminó
consumiendo toda la energía de las organizaciones obreras hasta que todo el
potencial revolucionario ahí se desgastó, y viendo ahora a tanto del
proletariado dejándose despojar de todo vestigio de libertad y, aunque a regañadientes,
besando el garrote que le golpea en la vana esperanza de que se le garantice el
empleo y el pago decente, está mostrando una tendencia a tirar por la borda por
desprecio a toda lucha y preocupación económica y a confinar, o, si se
prefiere, elevar toda nuestra actividad a las esferas de la educación y la
lucha revolucionaria en sí.
El principal problema, la necesidad básica es la necesidad
de libertad, dicen; y la libertad puede solamente obtenerse y retenerse
mediante fatigosas luchas y crueles sacrificios. Compete entonces a los
revolucionarios no prestar atención alguna a asuntos insignificantes
relacionados con las mejorías económicas, oponerse al egoísmo que prevalece
entre las masas, difundir el espíritu de sacrificio y, en vez de prometer
quimeras, infundir en la multitud un orgullo sagrado por el sufrimiento en
nombre de una causa noble.
Completamente de acuerdo — pero no nos entusiasmemos.
La libertad, la plena y completa libertad, es por cierto el
premio esencial, pues representa la coronación de la dignidad humana y es el
único medio a través del cual los problemas sociales pueden y han de ser
resueltos en beneficio de todos. Pero la libertad es una palabra vacía a menos
que se enlace con la capacidad, es decir, con los medios a través de los cuales
puede uno libremente llevar a cabo su propia actividad.
La máxima "quien es pobre es un esclavo" es
todavía cierta, aunque igualmente cierta es aquella otra máxima "quien es
esclavo es o es vuelto pobre, y por ende pierde todas las mejores
características del ser humano".
Las necesidades materiales, la satisfacción de necesidades
fisiológicas, son ciertamente asuntos inferiores e incluso despreciables, pero
son el pre-requisito básico para toda más elevada existencia moral e intelectual.
El hombre es motivado por una miríada de factores de la más diversa índole y
éstos dan forma al curso de la historia, pero... Tiene que comer. "Primero
vive, y luego filosofa".
A nuestras sensibilidades estéticas, un poco de tela, algo
de aceite, y un poco de tierra de color son cosas simples al contrastarlas con
una pintura de Rafael; pero sin aquellos materiales relativamente
insignificantes, Rafael no hubiese podido nunca plasmar su sueño de belleza.
Sospecho que los "idealistas" son personas que
comen a diario y que aún pueden estar razonablemente seguros de comer al día
siguiente; y es natural, pues para poder pensar, para poder aspirar a asuntos
más elevados, se requiere un mínimo básico, no importa cuán bajo, de comodidad
material. Ha habido y hay hombres a la altura de las más altas cimas del
sacrificio y el sufrimiento; pero estos son hombres que han crecido en
circunstancias relativamente favorables y que han podido almacenar una cantidad
de energía latente, que luego entra en juego cuando surge la necesidad. Esa es
la regla general, en todo caso.
Desde hace mucho tiempo he tenido relación con
organizaciones obreras, grupos revolucionarios, y asociaciones educativas y
siempre he notado que los más grandes activistas, los más grandes entusiastas
eran aquellos que estaban en las circunstancias menos estrechas y que se veían
atraídos, no tanto por su propia necesidad, sino por un deseo de contribuir a
hacer el bien y por sentirse ennoblecidos por un ideal. Los verdaderos, los más
desdichados, aquellos que pueda parecer que tienen el interés más personal e
inmediato en un cambio en las cosas estaban ya sea ausentes o jugaban un rol
pasivo. Recuerdo cuán dura e infructífera resultó ser nuestra propaganda en
ciertas locaciones de Italia treinta o cuarenta años atrás cuando los
campesinos y mucha de la población obrera urbana vivían en condiciones
genuinamente brutas, las que me gustaría hoy pensar que son cosa del pasado,
aunque los temores de que vuelvan pueden no carecer de fundamentos. Tal como he
visto revueltas populares inspiradas por el hambre ser apaciguadas de un golpe
con la apertura de "cocinas de campaña" y la distribución de un poco
de dinero.
De todo esto, mi deducción es que el puesto de honor va
para la idea, la que debe activar la voluntad, pero se requieren ciertas
condiciones para que la idea pueda emerger y hacer impacto.
Así nuestro antiguo programa, que anunciaba la emancipación
moral, política, y económica no podía separar una de la otra, y que las masas
necesitan estar en condiciones materiales tales que puedan permitir el ejercicio
de necesidades ideales, se sigue confirmando.
Luchar por la completa emancipación y, mientras se espera y
prepara para el día en que eso sea factible, arrebatar al gobierno y los
capitalistas todas las mejorías políticas y económicas que puedan desarrollar
las condiciones de nuestra lucha y aumentar los números de luchadores
conscientes. Entonces, arrebatarlas por medios que no impliquen ningún
reconocimiento de los arreglos existentes y que allanen el camino al futuro.
Difundir el sentido del deber y el espíritu de sacrificio;
pero tener en mente que el ejemplo es la mejor forma de propaganda y que uno no
puede pedir a los demás lo que no hace uno mismo.