Noche del 23 de Marzo. Madrugada del 24. Hace cuarenta años.
Mientras el pueblo argentino dormía. Se hicieron del poder político. Mediante
la fuerza, las armas y el autoritarismo. Como tantas otras veces.
Interrumpiendo períodos democráticos. Como en el 30. Como pasó en el 55. Como
en 1966. Pero esta vez sería distinto. La definitiva. La avasalladora. La
entreguista. La peor. Proceso de Reorganización Nacional. Fue un golpe militar,
cívico y eclesiástico. Ejército, ciudadanos e iglesia. Unidos para acabar con
la subversión. Unidos para terminar con la agonía de aquel movimiento obrero
combativo que supo desarrollarse en aquella década. De los más gloriosos junto
al de los años 20 liderado por los anarquistas. La experiencia de los 70 supo
constituirse como la última gran trinchera revolucionaria que originó el
proletariado y el estudiantado argentinos. Un movimiento peligroso para los de
arriba. Por eso los fascistas no dudaron en exterminarlo. Quienes con el golpe
dieron inicio al principio del fin del proceso iniciado por un añejo Perón y su
mano derecha, el Brujo. La macabra sigla. Triple AAA. Se llevaron obreros, universitarios,
estudiantes secundarios. Militantes, delegados, pensadores, críticos,
profesores. Socialistas, peronistas. Los que entonces eran subversivos. Los echados
de la Plaza por el General en mayo del 74. Los imberbes. A esos pibes también los
vinieron a buscar.
No fue una guerra sucia. Esto fue un genocidio. Político,
social, cultural e ideológico. Barrieron con la totalidad de las bases de
obreros y estudiantes organizados-combativos. Para imponer un modelo económico neoliberal.
El que emprendió Martínez de Hoz. El que implementó Carlos Saúl. El que culminó
con la revuelta popular de diciembre de 2001. Para iniciarlo era fundamental
impedir la actividad sindical, vulnerar derechos sociales y atemorizar a la
sociedad. Pero fueron más allá. No se contentaron con el terror impuesto.
Llegaron al extremo. Terrorismo de Estado. Políticas de un Estado genocida al
servicio del capital financiero. La burguesía nacional también fue cómplice y
beneficiaria de esta catástrofe sin precedentes. Sin resistencia a la entrega,
la flexibilización del sistema socioeconómico-laboral fue un trámite.
Necesitaron desaparecer a decenas de miles de compañeros. Los Videla, Massera,
Agosti, Perriaux, Viola, Bussi, los estrategas del modelo político-militar.
Nombres que deberían prohibirse. Corresponden a algunos de los personajes más inhumanos
del Proceso. No merecen tumba ni cita. Merecen un repudio permanente por
siempre. Donde prima la memoria, ellos no tendrán lugar a olvido.
No fueron 30.000. No fueron 7.000. No fueron cientos. Fueron
muchísimos más. Fueron millones los que cayeron. Por cada compañero
detenido-desaparecido ilegalmente murieron los sueños de cambio de otros miles.
Una generación entera desapareció. Décadas de historia, siglos de lucha.
Heridas que difícilmente logren cerrarse. La calma la hallamos en el día a día.
En nuestro día a día. Luchando, como ellos, por un mundo mejor. Por una tierra
libre de explotadores y opresores. Donde la parcela sea de quien la trabaje.
Donde la máquina le pertenezca al colectivo. Por la abolición de la propiedad
privada. Por la autogestión de los pueblos. Por ellos, que lucharon por un futuro
más equitativo. Por nuestros porvenires, por nuestros sueños. Más allá de los medios,
la táctica y la estrategia que usemos, los enemigos no cambian. Pasan los años,
siguen dominando los mismos.
Memoria para no ser vencidos. Memoria para que la existencia
de los mártires nos acompañe. Memoria para no olvidar, ni perdonar, ni
reconciliarnos con genocidas. Verdad para triunfar contra la amnesia a la que
nos sometieron por años. Verdad para honorificar a los compañeros, como ellos
se merecen. Verdad para saldar viejas deudas morales con la causa misma.
Justicia para glorificar a las Madres, Abuelas e Hijos y todos los luchadores
que continúan hallando identidades que parecían perdidas. Justicia para impedir
que esto se repita. Justicia para materializar los esfuerzos de tantos años de
búsqueda de la Verdad.
Nunca Más una dictadura. Nunca Más un genocidio. Nunca Más
terrorismo de Estado. Nunca Más desapariciones forzadas de personas en
regímenes dictatoriales o en democracias. Los 30.000 de ayer son los Julio
López y todos los desaparecidos desde 1983 hasta la fecha. Nunca Más un Videla.
Nunca Más persecuciones ideológicas. Nunca Más represión estatal. Nunca Más
crímenes de lesa humanidad. Nunca Más la “Teoría de los dos demonios”. El único
demonio fue el ejército argentino. Nunca Más un
24 de Marzo de 1976.
Ni olvido,
Ni perdón, Ni reconciliación. Jamás.
Nunca Más.