sábado, 6 de junio de 2015

Banderas que desunen: Nacionalismo y xenofobia


   Cada país del mundo cuenta con una de estas. Motiva a los habitantes de esa nación o, las naciones que integran al país, a entregar hasta su vida por ella. Su forma, colores, franjas y escritos representan cuestiones vinculadas con la conformación del Estado-nación o con la geografía y naturaleza de la región donde se haya establecido. Un símbolo que también se relaciona, y muy profundamente, con la xenofobia, la colonización y la discriminación y rechazo hacia los inmigrantes extranjeros.
   La bandera: ese trapo que se cuelga en las ventanas durante el mundial de fútbol, en las embajadas en el exterior, en los mástiles de los colegios posee un valor superior al de cualquier persona, animal o ecosistema dentro del territorio ocupado por el estado-nación. Su origen, actualidad y futuro radica en el temple y la entrega de toda una sociedad a su servicio.







   Los hechos históricos indudablemente representan una base presentada como antítesis y de menester consideración para pensar hacia el futuro y analizar probabilidades o posibles devenires del mañana. Así como en diferentes momentos históricos la diferenciación entre las personas se acentuó sobre su raza, lengua, posición económica, posesión de bienes inmuebles, proveniencia hereditaria o por la distinta nación, la bandera supo superar tendenciosamente estas divisiones internas, logrando una convergencia interna (alianza inconsciente) de los habitantes en pos de la realización, la supervivencia y la defensa del país.
   Esta realización puede ir desde un simple enfrentamiento futbolístico o de otro deporte, de tipo internacional, o una competencia entre estudiantes universitarios de distintas nacionalidades hasta la confrontación bélica entre estados. Quizás sea la Segunda Guerra Mundial del siglo XX una de las más difíciles de analizar teniendo en cuenta a la bandera como el factor fundamental para el conflicto. Si bien influyeron cuestiones racistas (el Nazismo torturando en campos de concentración a toda persona no aria, principalmente a judíos, hasta el Holocausto), de clase social (el proletariado dio su vida en el frente de batalla por defender a su bandera, mientras que la burguesía industrial aumentaba notablemente su poder) o cuestiones económicas (enriquecimiento de las burguesías nacionales y del capital financiero mundial), el gran responsable de ésta y el resto de las guerras, ha sido la bandera.

   En la gran guerra del pasado siglo hubieron alianzas entre países, pero estas no han sido por la ideología, la raza o el idioma de los países, sino por intereses específicos de cada país (por ejemplo, la Unión Soviética y Estados Unidos, que luego emprenderán la Guerra Fría y la bipolaridad del sistema global, terminan ejecutando al Tercer Reich alemán, y repartiéndose la mitad del territorio alemán para cada uno). El detonante de las guerras entre estados siempre fue, es y será este símbolo, fuente de toda xenofobia y que tan sólo trata de un trapo con forma y colores característicos pero que esconde detrás de sí, variadas culturas, naciones, territorios, historia y un amplio abanico de personas dispuestas a entregar su existencia física por su preservación.



Sentimiento y desunión



   Cuando debatimos respecto a las nacionalidades, dialogamos con gente de otro país o cuando simplemente reflexionamos sobre tales cuestiones que nos desunen, al pensar en otro estado-nación, generalmente primero nos imaginamos o recordamos su bandera; y desde esta, surgen el resto de los temas relacionados (política, sociedad, economía, cultura, leyes, etc.). Esto no es casual, ya que los medios de comunicación y los escritos teóricos de hoy y ayer, nos abordan la narración de otro país partiendo desde su bandera.
   Los sentimientos de respeto, fidelidad o lealtad hacia una tela colorida responden a la completa sumisión que el la individuo participa y tolera ante una autoridad que gobierna su conciencia, vida y obra. El individuo es ‘español, chino, sudafricano, australiano o chileno’, antes de dar sus primeros pasos o hablar. Se cría, se socializa, madura y muere dentro del sistema sociopolítico y económico, con sus diferentes cambios, de un país. Posiblemente, o no, ame a su bandera, contribuya o perjudique el bienestar de sus compatriotas, pero le será difícil poder abandonar su nacionalidad legal.

   Desde nuestra infancia, nos enseñan a defender y sentir orgullo por ‘nuestra bandera’. En dictaduras, en países donde el ejército es muy importante o inclusive en democracias, donde el Servicio Militar sea obligatorio, el sentimiento nacionalista aumenta a medida que la persona crece. En situaciones de guerras entre países, se prescinden de otros valores enalteciendo el patriota.

   No existen en el mundo, dos trapos estatales iguales. Tampoco más de una tiene su origen en el mismo suceso o elemento.


   ¿Por qué desunen? El nacionalismo es el vil pretexto de las clases dominantes para subordinar a los explotados a una causa común (la única que amerita la conciliación de clases). La paz social es una farsa al servicio del estado capitalista en su versión suave, el Estado de Bienestar, donde los trabajadores conviven transando con los patrones. También lo es el capitalismo de Estado de los regímenes totalitarios comunistas, ya que en estos las relaciones de explotación jamás cedieron para el cambio radical de la sociedad. Lejos de procurarlo, en estos países extremistas de derecha o izquierda, la bandera es el elemento por el cual vale la existencia de cada patriota.
   Estados Unidos, Japón, Israel, Corea del Norte, Cuba o cualquier otro país del mundo, independientemente de su forma de gobierno, exaltan sublimemente a su bandera, haciéndola a ésta un elemento con mayor importancia para sus habitantes, que en consideración con la Biblia para los cristianos o lo representado por el Corán para los musulmanes.

   No estamos condenados a aceptar la parcela de territorio, los recursos que hay en ella, a la bandera del país donde nacimos, y los límites implicados. Ese es el objetivo de los gobernantes para impedir que las sociedades oprimidas se rebelen, cuestionen sus colores y logren cooperación con las gentes de otros lugares del mundo, que viven en situaciones de vida parecidas o en peores.
Nacionalismos, regionalismos, organizaciones supranacionales, continentes. Todos nos limitan el área de acción. Las banderas, dificultan y existen para evadir la libre asociación entre las distintas sociedades de todos los países del mundo.



¡Que ardan las banderas del mundo!