lunes, 2 de marzo de 2015

Conquistadores del Siglo XXI: Multinacionales






   Tras la culminación de la Segunda Guerra Mundial y hasta fines de la década de 1980, el mundo quedó dividido en dos sistemas socioeconómicos de organización y producción de las regiones. Son los casos del capitalismo neoliberal, liderado por los Estados Unidos, y el comunismo nacionalista nacido en la Unión Soviética y expandido a los países “satélites” de éste. Dicha época es conocida como la del “mundo bipolar”. Los países que en este lapso no se alinearon bajo ninguno de estos modelos, se agrupaban en los llamados "países del Tercer mundo", como fue el caso de Argentina.
   La disolución de la URSS en 1991, terminó por hegemonizar el dominio de Estados Unidos (y con ello, de su sistema capitalista neoliberal) sobre el resto de los países. Su sistema económico, desde hacía décadas se sostenía gracias a las acciones que poseían las empresas financieras, petroleras, automotrices, de alimentación, entre otras, que crecieron producto de la libertad de acción, compra y venta que los gobiernos les habían proveído.
   Los ciudadanos estadounidenses, desde la Segunda Guerra Mundial, se establecieron como consumidores seriales de los productos ofertados por aquellas empresas, produciendo un gran movimiento consumista interno, y así, ganancias en alza para los empresarios y accionistas. Sin embargo, el costo de exportar los productos al exterior y el pago de abultados aranceles que los países importadores aplicaban sobre estas empresas, las incentivó a que comiencen a practicar una producción globalizada. Concordando también con el período de la globalización cultural, política y tecnológica por la que transcurría el planeta.

   Empresas como McDonald`s, Nike, Microsoft, IBM o Exxon comenzaron a situar filiales por diversos países a lo largo del globo, aunque sus casas matrices quedaron radicadas en Estados Unidos. Poblaciones pobres de India, Taiwán, China o Tailandia concedieron (y siguen concediendo actualmente) la mano de obra barata que necesitaban las nuevas multinacionales para generar mayores utilidades por menores gastos de producción. Esto no significaba que la mano de obra explotada del resto de los países era inexistente ni sufría las mismas condiciones infrahumanas de trabajo, sino que aquí se registraba (y registra) la mayor cantidad de empleados de aquellas.

   Bajo un método de extracción de riqueza de las naciones subdesarrolladas (las ganancias generadas por las filiales iban a la casa central, en Estados Unidos generalmente), en pocos años las empresas multinacionales más reconocidas almacenaron miles de millones de dólares, permitiéndose comprar pequeñas empresas que servían de "competencia" en los países donde se desarrollaban, eliminando así el sistema de competencia perfecta por el que profesaba el padre del liberalismo clásico Adam Smith, y poseyendo muchas veces más poder que los propios estados nacionales.

 

 

Actualidad

 

   Hoy en día existen muchas empresas multinacionales. De todas ellas, las 200 más importantes concentran la cuarta parte (26,3%) de la producción económica mundial. Entre las empresas multinacionales más poderosas aparecen: las alimenticias Nestlé, Coca Cola, PepsiCo y Mondelez; la cosmética Unilever (que también cuenta con la alimenticia Knorr); las automotrices General Motors, Ford, Chrysler y Toyota, entre otras; las petrolíferas Chevron, Exxon y Shell; la tabacalera Philip Morris; y las redes de supermercados Wal-Mart y Carrefour. También Microsoft, BBVA Banco Francés y Telefónica componen el grupo.
   Las sedes centrales de estas 200 empresas se encuentran distribuidas en tan sólo 17 países. Lógicamente, la mayor parte en Estados Unidos (74), aunque también se destacan Japón, Reino Unido, Francia, Alemania, Canadá e Italia. Estos primeros siete países (el G-7) aglutinan al 80% de las multinacionales. Por ello no es casualidad que traten de países desarrollados y con economías fuertes. Fuera del grupo hegemónico países como Suiza, Corea del Sur, Suecia, Australia y Países Bajos cuentan con las casas matrices multinacionales.
   El crecimiento económico de estas empresas registra un aumento constante desde su apertura a la globalización productiva a fines del Siglo XX. Sin embargo, por las crisis económicas y la mala administración empresarial, suelen tener balances negativos. El caso más famoso fue la pérdida multimillonaria que tuvo IBM en 1992, motivo por el cual estuvo al borde de la bancarrota.
Las multinacionales actualmente se ubican en cualquier ciudad y pueblo del mundo.


 

Situación en Latinoamérica

 
    En Latinoamérica, las políticas influenciadas y condicionadas por los dictamines del Consenso de Washington en 1994, que los gobiernos llevaron al cabo durante la década de 1990 condenaron a sus poblaciones explotadas a años de padecimiento por la flexibilización laboral, los contratos basura, los bajos salarios, la desprotección ante los despidos o suspensiones, entre otras ventajas fiscales que ameritaban los empresarios.
 

   El lado beneficioso usado como pretexto por los gobiernos para construir aquellas ventajas fiscales y así atraer a estas multinacionales, se basaba en la inyección necesaria de capitales (inversiones), y en la creación de empleo (sin precisar las condiciones de estos), que podían producir estas empresas.
   A costa de ello, durante la década de 1990, las multinacionales destruyeron las industrias nacionales de los países latinoamericanos, y junto a la apertura de importaciones, constituyeron una nueva realidad laboral para los trabajadores de la región. Éstos perdieron la "cultura del trabajo" labrada durante décadas, quedando a la deriva de la voluntad del empresariado extranjero. Al mismo tiempo, los gobiernos aprobaron medidas que satisfacían los intereses empresariales en desmedro de los de la población.
   El Progresismo del Siglo XXI no revirtió mucho la realidad traída de la década nefasta. Argentina, Brasil, Venezuela o Ecuador experimentaron una mayor redistribución de sus ingresos, mejorando notablemente las economías familiares y los salarios de sus trabajadores, pero la presencia de las multinacionales y sus formas de empleo aún se mantienen, como hace 20 años, desprestigiando las condiciones y anulando las pocas posibilidades de progreso de los explotados.
 
 
 
   Es contradictorio pretender, y aún más, creer ser soberano de un territorio, cuando la economía nacional depende de empresas multinacionales buitres, que se establecen en países en crisis, explotan a jóvenes y adultos, por miserables remuneraciones. Para que esto no vuelva a suceder y ser verdaderamente soberanos, los gobiernos no deberían alentar su llegada, en caso contrario expropiar las filiales, y generar empleos formales que cubran la totalidad de la población económicamente activa. 
   De no ser así, como suele pasar, la responsabilidad de luchar por un futuro mejor pasará a manos del pueblo. La clase explotada, curtida del dominio de los empresarios y los gobiernos corruptos, deberá hacerse de los lugares de trabajo, administrarlos porque son propios y distribuir las ganancias entre quienes la generan.
   Porque el lugar de trabajo es de quien trabaja, así como la tierra es de quien la siembra y mantiene.



El primer paso a independizarse de las multinacionales, es la toma de conciencia sobre la situación de explotación en la que vive.