martes, 24 de febrero de 2015

Ley de hierro de las oligarquías: La burocratización como destino de todos los partidos políticos



   Un partido político, por definición, es un conjunto de personas que se organiza bajo un nombre registrado de referencia, que presenta candidatos en las elecciones democráticas, y cuyo objetivo es obtener la mayor cantidad de votos para gobernar un municipio, provincia o país.

    Estos aspirantes, competidores por el poder político, poseen un destino en común. La historia lo ha demostrado así, y la situación actual lo reafirma.







   Robert Michels, sociólogo y politólogo alemán, y alumno de Max Weber, en el año 1911 desarrolló una teoría contrastable sobre las organizaciones que buscan llegar al poder político, luego denominada “ley de hierro de las oligarquías”. La misma planteaba que todo partido político, independientemente de su posición en el espectro ideológico, sea ésta de izquierda, derecha o cualquiera de sus variantes, terminaría con una dirección oligarquizada que practicara un elitismo tecnocrático en cuanto al profesionalismo político; en otras palabras, terminaría burocratizándose.

   Al principio, cuando la organización es pequeña en número de militantes, los integrantes recurren a debates o métodos de democracia abierta, sin escalas internas. Sin embargo, a medida que se van integrando más simpatizantes a la organización política, los “líderes” dejan de guiarse por la voluntad colectiva, volviéndose conservadores. Transitan la conocida “pérdida de ideales” y el sentido revolucionario de los comienzos, deviniendo en la búsqueda de incremento de sus poderes personales.

   No obstante, su tesis no sólo se basa en el liderazgo de la élite por sobre las masas para aumentar el poder de aquella. Michels sostenía que el pensamiento propio de la mayoría se inclinaba por la necesidad de construir un líder o élite fuerte, profesionalizada y capaz de decidir rápidamente por sobre el resto.

   Al mismo tiempo, para Michels esta tendencia de funcionamiento no sólo se trataría de un problema de partidos políticos, sino que la “ley de hierro de las oligarquías” afectaba en aquellos tiempos, afecta en la actualidad y afectaría en el futuro a toda organización de masas, como por ejemplos, los sindicatos, el ejército, la iglesia o el mismísimo Estado nacional de cada país. Donde existan dirigentes, existirán dirigidos.
 
Todo partido político agrega adeptos para subordinarlos a su programa.



   “La evolución democrática de los partidos tiene un curso parabólico: con el avance de la organización, la democracia tiende a declinar a medida que la influencia de los líderes aumenta (…) Con la institución del liderazgo comienza, como consecuencia de lo prolongado de la función, la transformación de los líderes en una casta cerrada.” (…) “Cuando en una organización la oligarquía ha alcanzado un estado avanzado de desarrollo, los líderes comienzan a identificar con su persona, no sólo las instituciones partidarias, sino también la propiedad del partido. Este fenómeno es común tanto en el partido como en el Estado.” (Robert Michels, "Partidos políticos" 1911).



"La ley de hierro de las oligarquías", comprobable en democracia y oligarquía

   La oligarquía es la antítesis de la democracia republicana que actualmente nos rige, basada la última, en el principio de la soberanía popular, la división de poderes y la alternancia pacífica (elecciones democráticas) en el ejercicio del poder. Estos tres conceptos son los que diferencian a ambos sistemas políticos.
De esta manera queda en evidencia lógica que son distintos. Pero, ¿Qué tienen en común las élites de cada uno de ellos?

   En la oligarquía, las decisiones descienden desde el etnocentrismo, idea y dirección de un líder supremo o élite gobernadora, incuestionable y muchas veces, fundadora del régimen. Ésta concentra grandes capitales, maneja medios de información, empresas nacionales. Existe una total centralización de poder

   En la democracia gobierna la casta burocrática del partido político ganador de las elecciones, quien decide la aprobación, o no, de leyes que afectarán o beneficiarán a millones de personas, quedando éstas en total situación de dependencia de la decisión de la burocracia (tal cual ocurre en un régimen oligárquico). También se desarrolla una centralización masiva del poder. Además, el presidente posee capacidad de vetar (como el líder oligárquico), mientras los parlamentarios gozan de fueros especiales y sueldos muchas veces mayor al de un trabajador. Esta élite se enriquece de la riqueza de la nación, maneja medios oficialistas de información y empresas nacionales.

   La corrupción, la arrogancia y el fraude, invaden ambos estratos.


 
Las élites mantienen verticalidad entre los militantes

   Retomando la situación de los partidos políticos, la realidad es que éstos funcionan en base a su objetivo universal, más allá de que sus militantes o líderes traten de tergiversarlo para ganar adeptos. Lo brillante de esta tesis, pensada hace más de un siglo por Michels, es su aplicación a lo que sucede en la actualidad.

   Los pueblos deben darse cuenta de esto. La solución a los problemas que el Capitalismo ha generado, nacerá de la autoorganización de las masas, por libre asociación y en acción directa. No deben existir mediadores entre los que “están arriba” y los que “están abajo”; los cuales serían inútiles porque al desarrollarse la acción directa, no existirían ni líderes ni seguidores.

   La horizontalidad es una capacidad viable, igualitaria y al alcance de los pueblos que necesitan liberarse.


Las organizaciones políticas están destinadas a la burocratización. La autoorganización del pueblo, a la liberación.