Hace más de un siglo Emma Goldman salía a aclarar mediante
una obra realizada en conjunto con Johann Most, que “el significado de la Anarquía ha (había) sido interpretado como el estado
de mayor desorden, y que es (era) así porque han (habían) enseñado a la gente
que sus asuntos están (estaban) regulados, que ellos son (eran) gobernados
sabiamente, y que esa autoridad es (era) una necesidad”. Hoy, con el gran
desarrollo de las comunicaciones y los medios de información, esa idea errónea
de Anarquía continúa siendo reproducida. Como contracara, una de las tantas
formas de presentarla con una concepción distinta ha sido, es y será por la
poesía.
“Anarquía significa el
amor entre los seres humanos, es justicia y amor integral en el mundo. A través
de ella conocemos la solidaridad, la comunidad en la producción y en el derecho
individual. Ella confiere la voluntad constructiva de una vida más bella, más
digna y más armónica. Ella nos arrastra a la lucha inextinguible por un
porvenir de felicidad… ¡Anarquía! ¡Palabra que confunde a los incapaces de
resistir a tu luz!” Pareciera poética la caracterización que le asignó
alguna vez América Scarfó, esa mujer que a sus 14 años estableció vínculos de
amor con el anarquista italiano Severino Di Giovanni (tenía 11 años más que ella, casado
y con dos hijos).
Pierre Joseph
Proudhon, uno de los primeros grandes teóricos del anarquismo clásico,
elabora una suerte de poesía al principio de su obra “La Anarquía es el orden”, por el que se aprecian las diferencias entre Anarquía (orden social) y gobierno (guerra civil).
"Quien dice Anarquía dice negación del gobierno;
Quien dice negación del gobierno, dice afirmación del
pueblo;
Quien dice afirmación del pueblo, dice libertad individual;
Quien dice libertad individual, dice soberanía de cada uno;
Quien dice soberanía de cada uno, dice igualdad;
Quien dice igualdad, dice solidaridad o fraternidad;
Quien dice fraternidad, dice orden social.
Al contrario:
Quien dice gobierno, dice negación del pueblo;
Quien dice negación del pueblo, dice afirmación de la
autoridad política;
Quien dice afirmación de la autoridad política, dice
dependencia individual;
Quien dice dependencia individual, dice supremacía de clase;
Quien dice supremacía de clase, dice desigualdad;
Quien dice desigualdad, dice antagonismo;
Quien dice antagonismo, dice guerra civil;
Por lo tanto, quien dice gobierno dice guerra civil."
Anarquía desde la Poesía
Anarquía representada en poesías de diferentes autores.
John Henry Mackay
(1864-1933) fue un poeta, pensador y escritor anarcoindividualista oriundo de
Escocia -Gran Bretaña-. Una de sus poesías más conocidas se titula precisamente "Anarquía".
Anarquía - John Henry Mackay
“Siempre despreciada, maldecida,
nunca comprendida.
Eres el terror
espantoso de nuestra era.
“Naufragio de todo
orden”, grita la multitud,
“Eres tú y la guerra
y el infinito coraje del asesinato.”
Oh, deja que lloren.
Para esos que nunca han buscado La verdad que yace detrás de la palabra,
para ellos la
definición correcta de la palabra no les fue dada. Continuarán ciegos entre los
ciegos.
Pero tú, oh palabra,
tan clara, tan fuerte, tan pura,
tú dices todo lo que
yo, por meta he tomado.
¡Te entrego al
futuro! Tú estarás segura
cuando uno, al final,
por sí mismo, despierte.
¿Vendrá en la solana
del atardecer?
¿En la emoción de la
tempestad?
No puedo decirlo,
¡pero la Tierra la podrá ver!
¡Soy anarquista! Por
lo que no gobernaré,
y ¡tampoco seré
gobernado!
Soy la Anarquía
- Émile Armand
Ni necesito ni deseo
vuestra disciplina. En cuanto a mis experiencias, quiero hacerlas yo misma.
Es de ellas y no de
vosotros de donde sacaré mi regla de conducta. Quiero vivir mi vida.
Me inspiran horror
los esclavos y los lacayos.
Detesto a quien
domina y me repugna quien se deja dominar.
El que consiente en
inclinar la espalda bajo el látigo no vale más que el que lo azota.
Amo el peligro y me
seduce lo incierto, lo imprevisto. Deseo la aventura y me importa un cuerno el
éxito.
Odio vuestra sociedad
de funcionarios y administrados, millonarios y mendigos.
No quiero adaptarme a
vuestras costumbres hipócritas ni a vuestras falsas cortesías.
Quiero vivir mis
entusiasmos en medio del aire puro de la libertad.
Vuestras calles
trazadas con regla me torturan la mirada, y vuestros edificios uniformes hacen
hervir de impaciencia la sangre de mis venas. Ignoro a donde voy. Y esto me
basta.
Sigo derecho mi
camino, a tenor de mis caprichos, transformándome sin cesar, y no quiero ser
mañana semejante a como soy hoy.
Deambulo y no me dejo
esquilar por la tijera de un comentador único. Soy amoral.
Sigo adelante,
eternamente apasionada y ardiente, entregándome al primer hombre que se me
aproxima, al caminante harapiento, pero no al sabio grave y engreído que
quisiera reglamentar la longitud de mis pasos.
Ni al doctrinario que
quisiera suministrarme fórmulas o reglas.
Yo no soy una
intelectual; soy una mujer.
Una mujer que vibra
ante los impulsos de la naturaleza y las palabras amorosas.
Odio toda cadena y
toda traba, me encanta pasear desnuda dejando acariciar mis carnes por los
rayos del sol voluptuoso.
Y, ¡oh anciano!, me
importa muy poco que vuestra sociedad se rompa en mil pedazos con tal que yo
pueda vivir mi vida.
-¿Quién eres tú,
muchachita sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?
-Soy la Anarquía.
André Breton
(1896-1966) fue un escritor, poeta y ensayista contemporáneo de origen francés.
Es considerado el fundador y mayor exponente del movimiento artístico del
Surrealismo. Participó activamente del periódico semanal ‘Le Libertaire’
de la Federación Anarquista Francesa, cuyo inicio de publicaciones data de septiembre
de 1951. Una breve poesía de su autoría trata sobre la Anarquía, se titula “La
luminosa Torre”, y fue publicada en la edición del día 11 de enero de 1952.
La
Luminosa Torre - André Breton
“Fue en el negro espejo del anarquismo que
el surrealismo se reconoció por primera vez, mucho antes de definirse a sí mismo
y cuando apenas era asociación libre entre individuos, despreciando espontáneamente
y en bloque las opresiones sociales y morales de su tiempo. Entre las fuentes
de inspiración donde abrevamos, en esa posguerra de 1914, y cuya fuerza de
convergencia era a toda prueba, figuraba el final de la Balada de Solness, de
Laurent Tailhade:
Golpea nuestros
corazones en desbandada, en harapos
¡Anarquía! ¡Oh, portadora de luz!
¡Expulsa la noche!
¡Aniquila los gusanos!
Y levanta al cielo,
aunque sea con nuestros túmulos
¡La luminosa torre
que sobre el mar domine!
En ese momento, la impugnación
surrealista es total, absolutamente negada a dejarse canalizar en el plano político.
Todas las instituciones sobre las cuales reposa el mundo moderno y que acababan
de dar su resultante en la Primera Guerra Mundial son tenidas como aberrantes y
escandalosas por nosotros. Para comenzar, es contra todo aparato de defensa de
la sociedad que luchamos: ejército, "justicia", policía, religión,
medicina mental y legal, enseñanza escolar. Tanto las declaraciones colectivas
como los textos individuales del Aragon de antaño, de Artaud, Crevel, Desnos,
del Eluard de otrora, de Ernst, Leiris, Masson, Peret, Queneau y yo mismo,
atestiguan la voluntad común de hacer que fuesen reconocidos como flagelos y,
como tales, combatirlos. Sin embargo, para combatirlos con algún chance de éxito,
es preciso todavía atacar su armadura, que, en último análisis, es de orden lógico
y moral: La pretendida "razón" en uso es una etiqueta fraudulenta,
recubre el "sentido común" más desgastado, y la "moral"
falseada por el cristianismo, con el objeto de desalentar cualquier resistencia
contra la explotación del hombre.
Un gran fuego se
elevaba sobre esas brasas - éramos jóvenes - y debo insistir en el hecho de que
constantemente se avivo para liberarse en la vida y obra de los poetas:
¡Anarquía! ¡Oh, portadora de luz!
Esos poetas fueron
Tailhade, Baudelaire, Rimbaud, Jarry, que todos nuestros jóvenes camaradas
libertarios deberían conocer; así como también deberían conocer a Sade, Lautreamont,
o el Schwob del Libro De Monelle.
¿Por qué no pudo
ocurrir en ese momento una fusión orgánica entre elementos anarquistas,
propiamente dichos, y elementos surrealistas? Todavía me lo pregunto 25 años después.
No cabe duda que la idea de eficacia que fue el espejo de toda esa época decidió
de otra forma. Lo que se consideró como el triunfo de la revolución rusa y la realización
de un Estado obrero provoco un gran cambio de visión. La única sombra del
cuadro - que se precisaría como mancha indeleble - residía en el aplastamiento
de la insurrección de Kronstadt, en marzo de 1921. Nunca los anarquistas consentirían
en aprobar esto. Entre tanto, hacia 1925, solo la III Internacional parecía
disponer de los medios deseados para transformar el mundo. Podría creerse que
los signos de degeneración y de regresión ya fácilmente observables en el Este
aun eran conjugables. Los surrealistas vivían, entonces, en la convicción de
que la revolución social extendida a todos los países no podía dejar de
promover un mundo 'libertario' (algunos decían un mundo surrealista, pero es la
misma cosa). Todos, inicialmente, lo apreciaron de esa forma, incluso aquellos
(Eluard, Aragon, etc.) que en seguida, desistieron de su ideal primero hasta el
punto de hacer en el stalinismo una carrera envidiable (a los ojos de los
mercaderes). Más el deseo y la esperanza humanas jamás podrán estar a merced de
aquellos que traicionaron:
¡Expulsa la
noche! ¡Aniquila los gusanos!
¡La
luminosa torre que sobre el mar domine!
Tres poetas de la Anarquía. |