sábado, 19 de septiembre de 2015

¿Qué es la Anarquía? IV





   Hace más de un siglo Emma Goldman salía a aclarar mediante una obra realizada en conjunto con Johann Most, que “el significado de la Anarquía ha (había) sido interpretado como el estado de mayor desorden, y que es (era) así porque han (habían) enseñado a la gente que sus asuntos están (estaban) regulados, que ellos son (eran) gobernados sabiamente, y que esa autoridad es (era) una necesidad”. Hoy, con el gran desarrollo de las comunicaciones y los medios de información, esa idea errónea de Anarquía continúa siendo reproducida. Como contracara, una de las tantas formas de presentarla con una concepción distinta ha sido, es y será por la poesía.
   “Anarquía significa el amor entre los seres humanos, es justicia y amor integral en el mundo. A través de ella conocemos la solidaridad, la comunidad en la producción y en el derecho individual. Ella confiere la voluntad constructiva de una vida más bella, más digna y más armónica. Ella nos arrastra a la lucha inextinguible por un porvenir de felicidad… ¡Anarquía! ¡Palabra que confunde a los incapaces de resistir a tu luz!” Pareciera poética la caracterización que le asignó alguna vez América Scarfó, esa mujer que a sus 14 años estableció vínculos de amor con el anarquista italiano Severino Di Giovanni (tenía 11 años más que ella, casado y con dos hijos).

   Pierre Joseph Proudhon, uno de los primeros grandes teóricos del anarquismo clásico, elabora una suerte de poesía al principio de su obra “La Anarquía es el orden”, por el que se aprecian las diferencias entre Anarquía (orden social) y gobierno (guerra civil).


"Quien dice Anarquía dice negación del gobierno;
Quien dice negación del gobierno, dice afirmación del pueblo;
Quien dice afirmación del pueblo, dice libertad individual;
Quien dice libertad individual, dice soberanía de cada uno;
Quien dice soberanía de cada uno, dice igualdad;
Quien dice igualdad, dice solidaridad o fraternidad;
Quien dice fraternidad, dice orden social.
 
Al contrario:
Quien dice gobierno, dice negación del pueblo;
Quien dice negación del pueblo, dice afirmación de la autoridad política;
Quien dice afirmación de la autoridad política, dice dependencia individual;
Quien dice dependencia individual, dice supremacía de clase;
Quien dice supremacía de clase, dice desigualdad;
Quien dice desigualdad, dice antagonismo;
Quien dice antagonismo, dice guerra civil;
Por lo tanto, quien dice gobierno dice guerra civil."
 

Fragmento de "La Anarquía es el orden"
Pierre Joseph Proudhon.
 

Anarquía desde la Poesía

 


   Anarquía representada en poesías de diferentes autores.  
 
   John Henry Mackay (1864-1933) fue un poeta, pensador y escritor anarcoindividualista oriundo de Escocia -Gran Bretaña-. Una de sus poesías más conocidas se titula precisamente "Anarquía".

 
Anarquía - John Henry Mackay
 

                “Siempre despreciada, maldecida, nunca comprendida.

Eres el terror espantoso de nuestra era.

“Naufragio de todo orden”, grita la multitud,

“Eres tú y la guerra y el infinito coraje del asesinato.”
 

Oh, deja que lloren. Para esos que nunca han buscado La verdad que yace detrás de la palabra,

para ellos la definición correcta de la palabra no les fue dada. Continuarán ciegos entre los ciegos.
 

Pero tú, oh palabra, tan clara, tan fuerte, tan pura,

tú dices todo lo que yo, por meta he tomado.

¡Te entrego al futuro! Tú estarás segura

cuando uno, al final, por sí mismo, despierte.
 

¿Vendrá en la solana del atardecer?

¿En la emoción de la tempestad?

No puedo decirlo, ¡pero la Tierra la podrá ver!

¡Soy anarquista! Por lo que no gobernaré,

y ¡tampoco seré gobernado!

 
   Émile Armand (1872-1962) fue un activista anarcoindividualista pacifista y célebre escritor del amor libre y la camaradería amorosa. Teorizó sobre la sexualidad y la libertad sexual en varias de sus producciones. Del libro ‘Realismo e idealismo mezclados’ (Ppublicado en París -Francia- en el año 1926) se extrae la poesía “Soy la Anarquía” que culmina con una frase característica de Émile Armand.
 


Soy la Anarquía - Émile Armand

Ni necesito ni deseo vuestra disciplina. En cuanto a mis experiencias, quiero hacerlas yo misma.

Es de ellas y no de vosotros de donde sacaré mi regla de conducta. Quiero vivir mi vida.

Me inspiran horror los esclavos y los lacayos.

Detesto a quien domina y me repugna quien se deja dominar.

El que consiente en inclinar la espalda bajo el látigo no vale más que el que lo azota.

Amo el peligro y me seduce lo incierto, lo imprevisto. Deseo la aventura y me importa un cuerno el éxito.

Odio vuestra sociedad de funcionarios y administrados, millonarios y mendigos.

No quiero adaptarme a vuestras costumbres hipócritas ni a vuestras falsas cortesías.

Quiero vivir mis entusiasmos en medio del aire puro de la libertad.

Vuestras calles trazadas con regla me torturan la mirada, y vuestros edificios uniformes hacen hervir de impaciencia la sangre de mis venas. Ignoro a donde voy. Y esto me basta.

Sigo derecho mi camino, a tenor de mis caprichos, transformándome sin cesar, y no quiero ser mañana semejante a como soy hoy.

Deambulo y no me dejo esquilar por la tijera de un comentador único. Soy amoral.

Sigo adelante, eternamente apasionada y ardiente, entregándome al primer hombre que se me aproxima, al caminante harapiento, pero no al sabio grave y engreído que quisiera reglamentar la longitud de mis pasos.

Ni al doctrinario que quisiera suministrarme fórmulas o reglas.

Yo no soy una intelectual; soy una mujer.

Una mujer que vibra ante los impulsos de la naturaleza y las palabras amorosas.

Odio toda cadena y toda traba, me encanta pasear desnuda dejando acariciar mis carnes por los rayos del sol voluptuoso.

Y, ¡oh anciano!, me importa muy poco que vuestra sociedad se rompa en mil pedazos con tal que yo pueda vivir mi vida.

-¿Quién eres tú, muchachita sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

-Soy la Anarquía.

 
   André Breton (1896-1966) fue un escritor, poeta y ensayista contemporáneo de origen francés. Es considerado el fundador y mayor exponente del movimiento artístico del Surrealismo. Participó activamente del periódico semanal ‘Le Libertaire’ de la Federación Anarquista Francesa, cuyo inicio de publicaciones data de septiembre de 1951. Una breve poesía de su autoría trata sobre la Anarquía, se titula “La luminosa Torre”, y fue publicada en la edición del día 11 de enero de 1952.

 

La Luminosa Torre - André Breton
 
   “Fue en el negro espejo del anarquismo que el surrealismo se reconoció por primera vez, mucho antes de definirse a sí mismo y cuando apenas era asociación libre entre individuos, despreciando espontáneamente y en bloque las opresiones sociales y morales de su tiempo. Entre las fuentes de inspiración donde abrevamos, en esa posguerra de 1914, y cuya fuerza de convergencia era a toda prueba, figuraba el final de la Balada de Solness, de Laurent Tailhade:
 
 
Golpea nuestros corazones en desbandada, en harapos
¡Anarquía! ¡Oh, portadora de luz!
¡Expulsa la noche! ¡Aniquila los gusanos!
Y levanta al cielo, aunque sea con nuestros túmulos
¡La luminosa torre que sobre el mar domine!

 
 
   En ese momento, la impugnación surrealista es total, absolutamente negada a dejarse canalizar en el plano político. Todas las instituciones sobre las cuales reposa el mundo moderno y que acababan de dar su resultante en la Primera Guerra Mundial son tenidas como aberrantes y escandalosas por nosotros. Para comenzar, es contra todo aparato de defensa de la sociedad que luchamos: ejército, "justicia", policía, religión, medicina mental y legal, enseñanza escolar. Tanto las declaraciones colectivas como los textos individuales del Aragon de antaño, de Artaud, Crevel, Desnos, del Eluard de otrora, de Ernst, Leiris, Masson, Peret, Queneau y yo mismo, atestiguan la voluntad común de hacer que fuesen reconocidos como flagelos y, como tales, combatirlos. Sin embargo, para combatirlos con algún chance de éxito, es preciso todavía atacar su armadura, que, en último análisis, es de orden lógico y moral: La pretendida "razón" en uso es una etiqueta fraudulenta, recubre el "sentido común" más desgastado, y la "moral" falseada por el cristianismo, con el objeto de desalentar cualquier resistencia contra la explotación del hombre.
   Un gran fuego se elevaba sobre esas brasas - éramos jóvenes - y debo insistir en el hecho de que constantemente se avivo para liberarse en la vida y obra de los poetas:
 
¡Anarquía! ¡Oh, portadora de luz!
 
   Esos poetas fueron Tailhade, Baudelaire, Rimbaud, Jarry, que todos nuestros jóvenes camaradas libertarios deberían conocer; así como también deberían conocer a Sade, Lautreamont, o el Schwob del Libro De Monelle.
   ¿Por qué no pudo ocurrir en ese momento una fusión orgánica entre elementos anarquistas, propiamente dichos, y elementos surrealistas? Todavía me lo pregunto 25 años después. No cabe duda que la idea de eficacia que fue el espejo de toda esa época decidió de otra forma. Lo que se consideró como el triunfo de la revolución rusa y la realización de un Estado obrero provoco un gran cambio de visión. La única sombra del cuadro - que se precisaría como mancha indeleble - residía en el aplastamiento de la insurrección de Kronstadt, en marzo de 1921. Nunca los anarquistas consentirían en aprobar esto. Entre tanto, hacia 1925, solo la III Internacional parecía disponer de los medios deseados para transformar el mundo. Podría creerse que los signos de degeneración y de regresión ya fácilmente observables en el Este aun eran conjugables. Los surrealistas vivían, entonces, en la convicción de que la revolución social extendida a todos los países no podía dejar de promover un mundo 'libertario' (algunos decían un mundo surrealista, pero es la misma cosa). Todos, inicialmente, lo apreciaron de esa forma, incluso aquellos (Eluard, Aragon, etc.) que en seguida, desistieron de su ideal primero hasta el punto de hacer en el stalinismo una carrera envidiable (a los ojos de los mercaderes). Más el deseo y la esperanza humanas jamás podrán estar a merced de aquellos que traicionaron:
 
¡Expulsa la noche! ¡Aniquila los gusanos!
 
   Se conoce muy bien que incrédulo pillaje fue hecho de estas ilusiones durante el segundo cuarto de siglo. Por una terrible ironía, al mundo libertario con el cual se soñaba lo suplanto un mundo donde la más servil obediencia es de rigor, donde los derechos más elementales son negados al hombre, donde toda la vida social gira en torno a comisarios y verdugos. Como todos los casos en que un ideal humano llega a este cumulo de corrupción, el único remedio es regenerarse en la gran corriente sensible donde se originó, (remontar a los principios) que le permitieron constituirse. Es en el propio confín de esta marcha, hoy más necesaria que nunca, que se encontrara el anarquismo, solamente el - no más esa caricatura que nos presentaron o la cosa hedionda que hicieron de el -, pero aquel que nuestro camarada Fontenis describe "como el propio socialismo, esto es, esta reivindicación moderna por la dignidad del hombre (tanto su libertad como su bienestar); el socialismo, concebido no como la simple resolución de un problema económico o político, sino como la expresión de regiones exploradas en su deseo de crear una sociedad sin clases, sin Estado, en que todos los valores y aspiraciones humanas se puedan realizar." Esta concepción de una rebelión y una generosidad indisociables una de otra, y, a despecho de Albert Camus, ilimitable (tanto una en cuanto la otra), los surrealistas la hacen suya, hoy, sin reservas. Liberada de las brumas mortales de estos tiempos, la consideramos como la única capaz de hacer resurgir ante ojos cada vez más numerosos”:
 
¡La luminosa torre que sobre el mar domine!

 


Tres poetas de la Anarquía.